sábado, 10 de junio de 2023

DEL LADO DE LA REBELIÓN, de Alba G. Callejas

 

DEL LADO DE LA REBELIÓN

 Alba G. Callejas es una jovencísima autora con varios títulos a sus espaldas, como El medallón de la Luna y relatos en varias antologías benéficas. Su libro Del lado de la Rebelión, publicado por Akane Editorial es la novela que me ocupa en este momento y de la que os voy a hablar.

    (A ver bonita, que hacer esta reseña tiene que tener otros motivos) Ya va, ya va...

Seguro que solo escribes esta reseña porque Alba es Cylconita ñi ñi ñi… pues no. La escribo porque tengo un bloqueo serio con las letras, tanto escritas como leídas peeeeeeero este libro me ha sacado del bloqueo lector. Si queridos, mucho bloqueo por todas partes, tenía el cerebro en estado ausente.

¿Y qué ha hecho este libro? Pues de entrada plantearme dudas. La primera de todas: ¿seré capaz de leerme este tocho, con lo que hace que no leo nada? Pues si, 365 páginas como 365 días tiene el año que he devorado con entusiasmo.



Alba nos cuenta una historia de fantasía muy real, donde la magia está pero nadie la recuerda y con unas protagonistas que te llevan de la mano a la juventud esa que algunos nos empeñamos en no olvidar, con su fuerza y su pasión.

La historia transcurre en Antica, un territorio dividido por el Abismo, un roto gigante que separó la tierra en dos, dejando incomunicados a los habitantes de ambos lados. Ese abismo que surgió por motivos que todos olvidaron y que será el eje alrededor del cual nuestra prota, Nathalie, intenta entender lo que está ocurriendo a su alrededor y en su propio interior.



Todo comienza un día 16, marcado como especial por ser el triste aniversario de la muerte de la madre de Nathalie. Sin embargo, no es el único aniversario que se celebra ese día. Resulta que su madre no murió por causas naturales, sino que algo pasó en esa fecha. El mundo que conocían se rompió y desde entonces la armonía convive con la tensa sensación que tiene de que no es libre del todo…de que todas sus opciones en la vida no se le están permitiendo.

Ese día 16 la vida de Nathalie tuerce su rumbo de forma irremediable, colocando a nuestra prota en una situación extraña, desconocida y a ratos increíble para ella. A partir de ese día hace grandes descubrimientos sobre aquella leyenda urbana que hablaba de la magia, sobre las verdaderas ocupaciones de su ex, Leo y sobre sí misma y sus extrañas capacidades.

Descubre que hay mucho que hacer para que todos los ciudadanos de Serena y Umbría, a cada lado del Abismo, recuperen su libertad y puedan elegir si quieren que la magia exista o no…bueno, no es exactamente así, pero no quiero destripar nada porque de verdad creo que es una historia que merece la pena leer. Lo mejor que tiene es la forma de exponerte la trama, para que vayas descubriendo poco a poco todos los matices que hacen de esta novela una delicia que tiene tropezones variados: romance, acción, traición, aventura, crítica social y sobre todo alegría. O al menos es lo que a mí me ha transmitido cuando la he leído.

¿De verdad no quieres leerla y compartir conmigo tus impresiones?

domingo, 12 de marzo de 2023

CLASE DE DISEÑO

 Esta entrada requiere una explicación, la encontrarás al final del todo. 

CLASE DE DISEÑO

Empresas (el palomar)

 

         Allí sentada, en un entorno totalmente desconocido, se sentía extraña pero de momento no se encontraba a disgusto.

         Estaba rodeada de desconocidos estudiantes, casi todos bastante aplicados en su tarea de tomar apuntes, persiguiendo las rapidísimas frases de una profesora que estimaba que su clase era una maratón de bolígrafos desbocados.

         Se paró a escuchar un momento la lejana y aguda voz de la profesora para descubrir algo que ya sabía: no entendía absolutamente nada de lo que aquella mujer estaba diciendo. Es más, se sorprendió de que nadie en el aula alzara la mano para resolver alguna duda, eso debía significar que aquella gente sí que entendía lo que la mujer de la tarima decía. Bueno, quizá  aquella pequeña mujer imponía demasiado respeto –rozando el miedo académico- entre sus discípulos, lo que les impedía preguntar nada. O tal vez fuera que la participación en clase estaba prohibida en aquella extraña asignatura.



         Alguien en el extremo de la fila de pupitres en la que estaba sentada –escribiendo tan aplicadamente como el resto, aunque cosas bien distintas- se sorprendió de su presencia allí e incluso se dirigió a ella para preguntarla la razón de que estuviera en una clase que, obviamente, no se correspondía con ninguna asignatura en la que estuviera matriculada, ya que ni siquiera pertenecía a esa carrera.

         Tras un breve e infructuoso diálogo de aceptación social dentro del aula –en el que los argumentos de ella no convencieron en absoluto a su interlocutor porque realmente no tenían lógica ninguna- volvió a levantar la mirada para observar lo que pasaba más allá de sus narices.

         Su mirada se cruzó con la de la profesora, despertando a un gusanillo que albergaba su estómago y que dormía gracias a la tranquilidad. Se sintió descubierta en aquel momento, pero el desdén que se desprendía de la mirada proveniente del extremo del aula le hizo desechar su temor. Aunque lo cierto es que solo había transcurrido media hora de aquella clase, que debía durar una hora y media, así que sería mejor no bajar la guardia, por si acaso.

         Guió su vista hasta la pizarra: nada se distinguía. Aquel rectángulo verde estaba lejos, al otro extremo de la clase, y aunque el sonido de la tiza sobre él delataba que algo estaba escrito, era técnicamente imposible descifrar cualquier cosa que fuera más allá de unas cuantas rayas blancas distribuidas de forma irregular y marcadas de un modo muy tenue.

         El silencio era sepulcral, y solo se interrumpía en las pequeñas pausas que la mujer hacía de vez en cuando, básicamente por sonidos de papel y murmullos, que delataban que ella (la chica) tenía razón: en realidad no toda la materia estaba tan clara como el silencio imperante parecía demostrar.

         Ya había transcurrido otro cuarto de hora. Apenas 45 minutos la separaban del final de aquella clase que, seguramente, pasaría a la historia de anécdotas estudiantiles para ser comentada posteriormente con las compañeras y compañeros. Empezaba a imaginar los posibles comentarios de quien compartía mesa con ella en esos momentos y que estaba al tanto de la situación de la chica. Pero la voz más bien monocorde de la profesora la devolvió a la realidad de la clase y se dio cuenta de que llevaba un buen rato sin escribir nada y no tenía precisamente el aspecto de alguien que  tomaba apuntes.

         Dio un par de vueltas al bolígrafo en la mano antes de volver a deslizarlo vertiginosamente por el folio en blanco. Aquello empezaba a convertirse en una prueba contra el reloj y contra ella misma. No se trataba de escribir una historia de una hora pero si una de una hora y media, y debía estructurar el tiempo para que aquella historia no quedarse a medias al finalizar la clase. Era la primera vez que hacía aquello y no sabía si repetiría la hazaña alguna vez.

         Pensaba esto cuando la profesora se ofuscó, repitió la frase: se había perdido en mitad del texto que estaba desarrollando en clase. Solo le faltaba una palabra de enlace, que había sido suficiente para extraer con pinzas una mal disimulada risilla nerviosa por parte del alumnado que allí se concentraba.

         La maldita palabra volvió a su lugar en la garganta de la profesora y la clase siguió su monótono y aburrido curso[1].

         Ella miró el reloj de nuevo solo para darse cuenta de los diez minutos más que habían transcurrido. Volvió a escuchar a la profesora y de golpe empezó a entender aquello de que hablaba: estaba tratando exactamente la misma materia que ella estudiaba en una de sus asignaturas, se sintió feliz de no estar tan perdida como le había parecido en un principio, aunque sabía de sobra que tampoco iba a durar mucho el tiempo en el que entendiera todo aquel galimatías, así que desconectó totalmente de la materia. De todos modos aquello no la interesaba ni lo más mínimo: ni era su carrera, ni una materia afín, ni siquiera se trataban contenidos que pudieran complementar de algún modo su formación académica. Así pues atender era del todo absurdo.

         Cruzó un par de palabras con la estudiante de su derecha, pero volvió al papel, donde se sentía mucho más segura, donde era realmente la dueña. Y se dejó llevar por el grácil movimiento de su mano sobre él. Aquella situación podía tener muchas lecturas, ciertamente:

·         Podía resultar cómica.

·         Podía resultar absurda.

·         ¿Podría resultar lógica? 

         Se propuso dar respuesta a esta última premisa cuando sonó la chicharra. El timbre señaló que una hora se había agotado ya. Bajo el sonido de aquel aviso la profesora parecía mascar chicle ante la clase: su voz no se oía en absoluto, pero eso la daba igual y ella seguía hablando y explicando, a pesar de la imposibilidad de los alumnos de seguir lo que decía en esos momentos.

         Ella deslizó la mirada de nuevo por el aula, como estaba en la última fila solamente veía espaldas, pero pudo adivinar las caras de desconcierto de los allí reunidos.

         Pronto el timbre dejó de sonar y los bolígrafos empezaron a moverse de nuevo.

         Ella volvió sobre la premisa que se había propuesto explicar sabiendo de antemano que no le iba a resultar difícil, porque aquella explicación ya había sido dada con anterioridad en el papel. De todos modos volvió sobre sus pasos –en ese caso sobre sus pensamientos- para dotar a la situación de algún sentido.

         ¿Cuál era la lógica de su estancia allí? Era muy sencillo. Simplemente estaba allí con el objetivo de escribir una historia de una hora y media. Una historia cuyo principio, desarrollo y final no fuera en absoluto como el resto de sus historias. En el fondo quizá solo era un experimento, una osadía, un desafío a la memoria fotográfica de la profesora que tenía delante, que, a quince minutos del final de la clase, no había descubierto la intromisión de una extraña en su aula.

         El objetivo se estaba alcanzando. El tiempo que restaba era mínimo y también la cantidad de texto por escribir era pequeña, así que se permitió el lujo de alzar la mirada sobre las cabezas de sus compañeros de tarde para desafiar de nuevo la de la profesora. No tenía nada que perder, de todos modos. Aquella profesora no podía suspenderla. Como mucho podía expulsarla de la clase y aquello no supondría ningún menoscabo en su hasta entonces limpio expediente académico así que mantuvo la mirada unos segundos.

         Casi lo había logrado. Había descubierto que aquella carrera que había estado a punto de hacer no concordaba en absoluto con ella y que no se había equivocado al escoger la otra opción. También había comprobado la impersonalidad de las clases universitarias. Gracias a esa impersonalidad y al desconocimiento mutuo entre profesores y alumnos llevaba casi una hora y media en un aula que no era de su facultad, ante una profesora a la que desconocía, escuchando una materia que no le importaba en absoluto y si, terminando de consumir aquella hora y media: concluyendo su historia, que no era otra que ésta que tú, lector, tienes entre las manos. La crónica de una hora y media ante lo desconocido y junto a los desconocidos. La crónica de una case a la que no pertenecía.

         El único relato programado que había escrito en su vida hasta el momento.

         El primer relato programado que he escrito en mi vida.

                                      FIN    

P.D.: Es una experiencia curiosa. Tal vez se repita. La hora se ha agotado.

 

 

20:30 tarde

aula 25 alias “el palomar”

Colegio Universitario Domingo de Soto, Facultad de Empresariales, Segovia.

Peña Cid García, 21 años, estudiante de cuarto de Publicidad y Relaciones Públicas.


La explicación prometida es que si, me colé en una clase que no era la mía para ver que tal pinta tenía la carrera que estuve a punto de cursar. Era un experimento, además de comprobar qué sentía, me propuse escribir un relato, pero como resultó que no llevaba nada en la cabeza (tal vez serrín) pues tuve que improvisar cualquier cosa. 

Si lo publico ahora es para poder comparar como escribía y como escribo y también para sentir que escribir, siempre mereció la pena.



[1] curioso juego de palabras.

sábado, 11 de febrero de 2023

IGNOTUS 2023, A POR EL PEDROLO

Increible pero cierto. Resulta que este año soy nominable a los premios Ignotus, organizados por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror ( https://www.aefcft.com/ ). Y me hace mucha ilusión. Pero mucha, mucha. 

Y aunque parezca que tengo el blog abandonado, sigo por aquí. Os dejo toda la información resumidita y sencilla en la siguiente imagen, para que podáis entender bien la cuestión. Por supuesto todas las dudas que os surjan dejádmelas en comentarios, que estaré encantada de responderlas.



domingo, 17 de enero de 2021

EL DÍA DIECISÉIS

EL DÍA 16

                  

                   —A mi me dan envidia.

                   —Pues  a mí ni pizca. Todo el día encerrados en el cajón. Y  cuando les sacan es para ser manoseados mientras lo único que importa son los reflejos que arroja la pantalla gris.

                   —Pero mola cuando te acarician.

                   —Tú lo has dicho, cuando te acarician. Pero es que a ellos no les acarician, yo diría que les aporrean. Y además les ningunean.




                   —No te pases. La morena es muy delicada.

                   —Pues a mí el otro día me arañó con esas uñas rojas de fantasía que tiene y me dolió un montón. ¡Mírame! Aún tengo la marca.

                   —Ay, pobre. Pero fue por algo, seguro. Ella siempre tiene cuidado.

                   —Claro que fue por algo ¡Pero yo no tengo la culpa! La tuvieron ellos.

                   —No creo. Mira a Siete. A él también le ha puesto una pancarta y no parece que le moleste.

                   —¡Claro que no!¿Sabes lo que pone?

                   —No sé leer.

                   —Uno, eres demasiado joven. Pone “cumpleaños Julia”.

                   —¡Un cumpleaños! ¡Qué bien!

                   —Si, claro, que bien –dijo Veinticuatro cabizbajo —Mira la mía.

                   —¿Qué pone?

                   —“Seguro del coche”.

                   —¿Y eso que es?

                   —Pues algo malo. La morena cogió la calculadora y te aseguro que no fue nada delicada. Estuvo aporreando los números un rato y luego, toda enfadada vino con el boli y me puso la pancarta. Pero primero me arañó con las uñas.

                   —Eso de “seguro del coche” debe ser algo terrible.

                   —¡Estoy seguro!

                   —Pues yo estoy triste. Nunca tendré una pancarta.

                   —Si es que eres demasiado joven, Uno. Tu momento pasó en seguida, no te dio tiempo de nada. Mira a Dieciséis, es el más feliz de todos.

                   —¿Qué decís de mi?— exclamó el Dieciséis, que había estado escuchando la conversación como si esas pancartas y menudencias no fueran con él.

                   —Pues que eres feliz —dijo Veinticuatro apesadumbrado.

                   —¡Y no tienes pancarta! Solo te ha dibujado una estrella. ¿Cómo puede alegrarte algo tan simple?

                   —¡No tenéis ni idea! No es una estrella, es un asterisco.

         De pronto todos los días del calendario guardaron un silencio interrogativo mirando a Dieciséis.

                   —¿Porqué me miráis así? ¿Os da envidia mi asterisco?

         Los días se encogieron de hombros. Ninguno sabía lo que significaba aquel signo, pero era lo que más llamaba la atención en toda la hoja. Era rojo y brillante así que debía ser algo de extrema importancia. Dieciséis se atusó el flequillo, ufano y les dio la espalda. Si se sentían desgraciados no era su culpa. Desde que tenía el asterisco se creía el rey del mambo. Ningún día del calendario estaba a su altura. Ni el Doce con su pancarta anunciando “análisis”, ni el Diecinueve que decía “paquete, ni siquiera el más afortunado Veintiocho con su “cumpleaños mamá”, que la morena había escrito con suma delicadeza y que además había decorado con una flor.

                   —¡Callaos todos! Ahí viene —dijo Veinticuatro, que siempre estaba enfadado pero también alerta.

         Roció entró en el cuarto de estar, apartó la silla del escritorio y se sentó con cara de pocos amigos. Dejó un montón de papeles sobre la mesa y abrió el cajón para sacar la calculadora. Tecleó algo en el ordenador y volvió a la calculadora. Todos los días del calendario se echaron a temblar, menos Dieciséis. Cada vez que Rocío hacía aquello que estaba haciendo, lo siguiente era poner una pancarta en alguno de ellos. Y según parecía esta vez no sería delicada. Al parecer algo no la estaba cuadrando. Sus resoplidos evidenciaban que estaba disgustada. 


Desde hacía varios días había estado sacando cajas y más cajas de la casa, pasando por delante del calendario y mirándolo de reojo. Volvió suspirando al ordenador y tras un rato tecleó de nuevo con la calculadora. Se encogió abatida mientras miraba el resultado…y tiró la calculadora al otro lado del cuarto de estar, para quedarse mirando el asterisco del calendario.

                   —¡MIERDA!—gritó, llevándose las manos a las sienes.

         Todos los días se miraron asustados. Lo que la morena acababa de hacer con la calculadora y todos sus números les había sumido en el pánico más terrible. A todos menos a Dieciséis, que se pavoneaba con su asterisco rojo brillante en el medio de todos sus compañeros, que le daban codazos para que se estuviera quieto y no llamara más la atención. No querían que la morena les hiciera lo mismo que a sus compañeros, a quienes Uno, en su candidez, había estado envidiando hasta aquel momento. Ahora se arrepentía.

         Sin embargo Dieciséis estaba seguro de que aquella distinción tan vistosa que Rocío le había otorgado era algo importantísimo y sentía que era el favorito de la morena.

         Entonces la chica sacó del cajón unas tijeras con punta y se dirigió al calendario con decisión y un montón de ira.

                   —¡Puto día Dieciséis!

         De dos decididos tijeretazos le apartó de su vista, dejando un terrible agujero en el calendario.

         A final de mes, el resto de días, tragaron saliva. 


UN RELATO AL MES:

Este relato cumple los siguientes requisitos:

Enero: absurdo.

Objetos incluídos: calculadora y calendario.

nº de palabras: 819

viernes, 1 de enero de 2021

2020, UN AÑO DE MIERDA ¿O NO?

 

2020, UN AÑO DE MIERDA ¿O NO?

         En realidad calificar al 2020 como un año de mierda, en mi caso, no es más que un titular, porque valorándolo entero a nivel escritoril, no ha ido tan mal. Lo cierto es que estoy satisfecha con el resultado.

         Empecé el año con mucha ilusión participando en el #Origireto2020 tras el subidón de ganar el Botijo de Oro en el #Origireto2019. La cosa iba viento en popa: escribía el relato pertinente de forma holgada cada mes. Pero a finales de febrero el Covid-19 empezó  a asomarse desde Oriente hasta que llegó a España para encerrarnos en casa. ¡Genial! Por fin iba a tener tiempo de verdad para escribir en lugar de tener que robarle horas al sueño pero… la incertidumbre se llevó mi inspiración a otros planetas (supongo, no sé donde fue).

        


 

        Así las cosas el reto de escritura creativa me mantuvo anclada a la realidad y al bolígrafo. Logré escribir doce relatos originales y muy diferentes entre sí, que puedes encontrar en este blog. El objetivo personal del reto era escribir seis relatos más, y tras publicar dos  y no ser capaz de avanzar, estaba dispuesta a tirar la toalla. Pero cuando ya apenas le quedaban horas al año logré sacar adelante los cuatro que me faltaban, con lo que completé todo el reto ganando el máximo de puntos lo cual es un gran logro a nivel creativo que me hace sentir muy orgullosa de haberlo alcanzado.



     Este año el Origireto desaparece y en su lugar nace el Estrellas de tinta. Podéis consultar las bases y apuntaros pinchando aqui.

         Pero como no solo del Origireto vive la escritora que hay en mí y aunque tengo que reconocer que este año escribí menos que el anterior, tengo en mi haber cuatro nuevas poesías, dos series de Haikus, tres microrrelatos y una carta de veinte folios por las dos caras (porque una se pone el uno de enero a aceptar apuestas con Kalen y pierde el norte).

         Además inventé otros cinco relatos para enviar a concursos y lo más emocionante fueron las tres reseñas con las que inicié mi andadura en estas cuestiones criticonas jejeje. Toda una experiencia ya que las compuse comentando los libros con los propios autores.

         Todo ello suma la nada desdeñable cifra de 68068 palabras, que no está nada mal (la carta no está incluida en esa cifra, porque la escribí a boli).

         Lamento no haber sido capaz de tirar de ninguna de las historias durmientes  que hay en mi cajón, pero las circunstancias arrugaron el tiempo de una forma extraña.

         Con todo valoro el año como muy positivo, con alguno éxitos reseñables, como el premio del público conseguido en el concurso de relatos “la ciencia y tú” del Museo de la Ciencia de Valladolid (lo podéis leer aquí)y la publicación en diversas antologías de algunas pequeñas obras.

         Como la lectura, aparte de ser un placer es también el alimento del alma de todo escritor os comento que tuve la oportunidad de leer 21 libros estupendos y 70 relatos variopintos y te todo tipo que conté gracias al Club Cazacapítulos. Este año repetiré mi participación en el club y si tú también quieres hacerlo no tienes más que pinchar aquí  o aquí y apuntarte.



         Para el nuevo año 2021 quiero afrontar nuevos retos, que seguiré compartiendo con vosotros por aquí. Y ya solo me queda agradeceros mucho vuestras visitas al blog. También el tiempo y el cariño que le dedicáis a dejarme esos comentarios que me hace tantísima ilusión recibir, ya que los recibo como el mejor de los regalos, por que son el motor que me lleva a seguir trabajando para mejorar.

         Os invito a que echéis la vista atrás y valoréis como se debe todas las cosas buenas que seguro que ha tenido también para vosotros el 2020, a pesar de todo.

         ¡Os deseo a todos un feliz y fructífero 2021!

jueves, 31 de diciembre de 2020

UNA NUEVA CANCIÓN

 Te sugiero que antes de leer este relato leas Si ella no puede tocar, ya que está unido a él. Aunque tiene sentido si lo lees de modo independiente.

UNA NUEVA CANCIÓN

         Nada era más importante que la música y si Josué no era capaz de entender eso, no merecía una sola de mis lágrimas.

         Mientras pensaba eso, no era capaz de dejar de llorar. El dolor dentro de mi corazón era intenso como un réquiem. Sentía como me desgarraba por dentro mientras Josué iba metiendo objetos en un par de maletas. Yo estaba en la cocina, sola. Bueno, sola no. Estaba con mi fagot. Mi amado fagot. Él era el verdadero motor de mi existencia. Desde pequeña había amado la música y la había disfrutado en cada objeto del que había sido capaz de arrancar un sonido. No era de extrañar que mis padres se hubieran dado cuenta y hubieran tomado la decisión de apuntarme al conservatorio. En casa había un viejo piano, así que me llevaron para apuntarme a clases de piano. Por desgracia en piano no quedaban plazas, ni en arpa, ni en violín, solo en fagot. Por aquel entonces yo ni siquiera sabía que instrumento era aquel, pero cuando lo conocí, su profunda voz grave me conquistó para siempre.



         Estudié y practiqué incansablemente durante años, privándome de salir con mis amigas, de jugar y de conocer chicos pero logré mi objetivo, que era convertirme en lo que soy: una concertista de fagot. Bueno, en realidad solo había tocado en público con la orquesta una docena de veces, pero estoy segura de que si me esfuerzo, algún día podré mirar atrás y ver todo mi camino recorrido lleno de música y de éxitos. No estaba dispuesta a renunciar a mi sueño, después de todo lo que había trabajado por alcanzarlo.

         Cuando conocí a Josué todo era maravilloso. Me mimaba y me cuidaba. Me decía que me quería y que me amaba y también me decía que siempre me apoyaría en todo, que para eso estaba. Pero no fue así. Hacía media hora que le había dicho que estaba embarazada, deseando compartir con él la maravillosa noticia y sin embargo allí estaba, haciendo las maletas para abandonarme a mi suerte. Y todo porque yo me había negado a dejar de tocar ahora que iba a ser madre.

         “¿Qué clase de madre vas a ser, de concierto en concierto? Ya está bien de jugar a los trota músicos. Es hora de que sientes la cabeza y te comportes como una adulta de una vez”. Eso era lo que Josué había dicho. Me había indignado muchísimo, al darme cuenta de que él pretendía convertirme en ama de casa y madre en exclusiva, para tenerme a su servicio, como si mi vida no importara lo más mínimo. Me sentía desengañada y desgraciada pero por otro lado estaba aliviada. Gracias a esa frase me había dado  cuenta de la clase de persona que era Josué. Había descubierto cuáles eran sus verdaderas intenciones, cuáles eran sus sentimientos: él no me quería. Nunca me había querido, porque nunca me había entendido. Si no era capaz de amar la música no era capaz de amarme a mí, dijera lo que dijera. Mi vida era la música, siempre lo había sido y ni él ni nadie en este mundo se interpondría en mis sueños.

         Estaba embarazada. ¿Y qué? Tendría un hijo o una hija y le enseñaría lo que es la música. Le enseñaría a amarla como yo la amaba y seríamos felices. No necesitaríamos que nadie nos dijera como tendríamos que vivir. No necesitaba a Josué en mi vida para vivirla intensamente. Nunca más estaría sola si tenía a mi bebé y a mi fagot. Definitivamente, era mejor encarar mi próxima maternidad sin alguien como él cerca de mí.

         Abrí el estuche de mi amado fagot y comencé a tocar la cabalgata de las Valkirias. Esa canción me hacía sentir poderosa y además Wagner siempre me ponía de buen humor. La música me daría todo lo que Josué jamás podría darme. Mi vida nueva empezaba como una nueva canción.


Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí

OBJETIVO PERSONAL:
 El objetivo personal que me propuse a principios de año era el de escribir seis relatos extra, enlazando relatos del origireto2019 y escondiendo en cada uno 2 objetos del origireto2020

Este relato es el sexto y último de la serie, porque los milagros existen y no todo en 2020 va a ser malo.
Está enlazado con Si ella no puede tocar, relato de Marzo del Origireto2019.
He seleccionado este relato porque la historia de la madre no podía quedar tan huérfana.
Objetos ocultos:19: una canción y 7: una docena

Además: tiene 655 palabras, que no está nada mal, para la hora que es.

Gracias por leer hasta aquí.

Déjame tu comentario para saber si este relato te ha gustado o no. Prometo contestar.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

TRAICIÓN

Antes de leer este relato te sugiero que leas No me creeis  ya que esta historia está enlazada con aquella.

TRAICIÓN

         A mis cincuenta y ocho años mi cuerpo ya no era fértil cuando todo se desató, pero hice todo lo posible por salvar la vida ante la que se nos venía encima y lo logré. Aunque nada es gratis y hay deudas que solo se saldan con lágrimas y dolor, esperaba poder seguir adelante cuando el poder cambiara de manos y sin embargo, estaba aterrada.

         Tras el encuentro con aquel ser comenzó a correr el tiempo que me había concedido para buscar un lugar seguro y pertrecharme de todo lo necesario para sobrevivir por un tiempo. Además había tenido que conseguir un trabajo en aquel edificio para vigilar de cerca hasta que se produjera el aviso. Me dijeron que sabría lo que era cuando llegase el momento. Sin embargo el plazo convenido había expirado antes de lo previsto. Cuando salí del despacho que se había convertido en mi lugar de trabajo y la vi correr desnuda y haciendo aspavientos con los brazos, mientras intentaba gritar sin voz supe que el momento había llegado.

         Cubrí el cuerpo de la hermosa joven asustada con mi vieja gabardina y mientras ella se deshacía en lágrimas de desesperación y terror la llevé al hospital a buscar respuestas. Sabía que no las encontraríamos, pero mi objetivo era ganarme su confianza. Era una cuestión de vida o muerte. De su vida y de su muerte para ser más exactos. De eso dependía también mi vida.

         Cuando le dijeron que no podían abrirle la boca supuse que era el momento de tomar cartas en el asunto, pero la muy terca se empeñó en intentar convencer a todo el mundo de que su locura era real, de que era terrible lo que le había pasado y que los alienígenas nos estaban invadiendo. ¡Qué necia! Al cabo de dos días estaba tan deshidratada y débil  que apenas era capaz de caminar. No podía seguir permitiéndolo. La llevé a mi guarida: una granja aislada en la montaña, lejos de la ciudad. Allí estaríamos seguras hasta que llegara el gran destructor. Teníamos combustible y placas solares para abastecernos de energía todo el tiempo necesario.



         Lo primero era asegurarme de que Karen se alimentara así que le abrí la boca con un cuchillo que cogí de la cocina. Le tuve que mentir diciéndole que ya lo había hecho antes muchas veces, porque casi la da un ataque de pánico. Sin duda fue lo más repugnante que había hecho en mi vida, pero desde aquel momento todo fue sórdido para mí. Por suerte la sangre del huésped hizo que la herida en que convertí su boca cicatrizara rápidamente.

         Desde ese día la cuidé y acompañé, a pesar de su carácter irascible y egoísta ¡Se creía la mujer más desgraciada del mundo y que todos estaban en su contra! Fue insufrible durante los dos meses que duró su extraño embarazo, pero me mantuve a su lado, por la cuenta que me traía. Sabía que el miedo crecía dentro de ella igual que el ser que estaba gestando, y ese mismo miedo crecía también dentro de mi según pasaban los  días y se acercaba el desenlace de aquella pesadilla.

         Karen estaba cada vez más gorda, más azul y más insoportable. Pasar el tiempo a su lado estaba siendo demasiado duro para mí, pero tenía que aguantar. Valdrack cumpliría su promesa cuando el aniquilador total naciera. Entonces yo quedaría liberada y gozaría del privilegio de ser una superviviente. Podría vivir de nuevo en la ciudad si mantenía mi lealtad y estaba dispuesta a mantenerla hasta el final.

         Parecía que el momento había llegado.

                   —Karen.

                   —¿Qué quieres?

                   —Tienes los pies azules.

         La muy pánfila se quedó pálida mientras el aniquilador se disponía a salir de su cuerpo. Mi gran momento había llegado, sabía lo que tenía que hacer. Había sido matrona en mi juventud así que sería fácil pasar ese trance. Pero por algún motivo mi cuerpo se paralizó. No había marcha atrás. Era ella o yo. Ella con su lozana juventud y siendo la madre del aniquilador tenía el futuro asegurado… si sobrevivía al parto. Sin embargo yo era una anciana infértil para Valdrack y ni siquiera estaba segura de si aquel engendro intergaláctico cumpliría su palabra de salvar mi vida, pasara lo que pasara.

                   —Juana, abrázame.

         Lo hice. Dos meses cuidándola habían hecho que hubiera nacido en mi un afecto que no podía ignorar. Karen estaba temblando. Yo también. El primogénito de Valdrack estaba llegando. Era hora de elegir entre mi vida y la de Karen. Ella era dulce antes de la violación y eso y un cuerpo flexible y joven la habían convertido en la anfitriona perfecta. Podría volver a ser dulce y feliz cuando todo pasara. Tendría un gran futuro por delante junto a la élite del nuevo mundo. Por eso había sido elegida por aquella civilización. Su sacrificio debía dar ejemplo a la humanidad para someterse al poder de aquellos seres.

         La ayudé a ponerse a cuatro patas para dar a luz, con semejante barriga no era capaz de mantenerse tumbada y respirar al mismo tiempo. Además estaba segura de que no sería capaz de hacer aquello mirándola a la cara.

         Mientras ella gritaba de dolor, o de miedo, clavándome su agudo grito en el cerebro, cogí la azada que guardábamos junto a la cama como defensa y con todas mis fuerzas descargué un tremendo golpe contra su nuca. Su  grito cesó y Karen se despanzurró en la cama boca abajo, como un bicho muerto, mientras entre sus piernas nacía aquel ser indefenso, deforme y azul. No podía creer lo que había hecho. Cogí al ser entre mis manos. Se retorcía, resbaladizo, emanando maldad a su alrededor.

                   —¡Valdrack!¡Cumple tu palabra!—Grité con todas mis fuerzas, muerta de miedo, pero segura de que el alienígena cumpliría. Acaba de matar a mi única compañía con tal de salvar mi vida. Las lágrimas rodaban por mi mejillas cuando llegó el padre, atravesando la puerta con su imponente presencia.

                   —Juana, admiro tu falta de escrúpulos. No creí que serías capaz de cuidar a la madre para que todo saliera bien, como te pedí. Y admiro la compasión que has demostrado al evitarle el sufrimiento de verse devorada por su progenie.—Le miré. Era enorme y azul y en aquel momento el ser más poderoso de la Tierra.— Te recompensaré.

                    —Así lo prometiste, mi señor— ¿Porqué le hablaba así? ¿Acaso ya me sentía sometida?

                   —Te lo has ganado.

         Con su vástago aún retorciéndose entre mis brazos, Valdrack alargó su mano hacia mi cara. Creí que iba a imbuirme de algún poder ancestral o algo así con aquellas afiladas manos azules. Estaba paralizada por el terror. Por un momento dudé de si podía confiar en él.



         Entonces sentí un agudo dolor en el ojo. Aquel engendro me había clavado uno de sus dedos en él. Por un segundo oí como los tejidos crujían húmedos y gorgoteaban mientras se abría paso hacia mi cerebro. Era el fin. Había matado a Karen para nada.

         Rota de dolor e impotencia solté a la criatura que chillaba en mis brazos y con mis últimas fuerzas, le pisé la cabeza.


Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí

OBJETIVO PERSONAL:
 El objetivo personal que me propuse a principios de año era el de escribir seis relatos extra, enlazando relatos del origireto2019 y escondiendo en cada uno 2 objetos del origireto2020

Este relato es el cuarto de los seis (y seguramente el último de ellos, esta vez si porque al año le quedan dos suspiros).
Está enlazado con No me creeis, relato de agosto del Origireto2019.
He seleccionado este relato porque al final de él empezaba una historia y creí conveniente darle un poco más de espacio a ese detalle

Objetos ocultos:6:combustible y 12:placas solares

Además: milpalabrista (1185 palabras), 

Gracias por leer hasta aquí.

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