sábado, 29 de febrero de 2020

LOBO


LOBO

         Estaba harto. Los últimos treinta kilómetros los había hecho con un solo faro, veía gracias a que la luna llena estaba haciendo de farola en el cielo, sin ventanilla del copiloto, con el parachoques a la rastra y con un idiota histérico chillando todo el camino. Aunque había optado por meterle en el maletero su voz era aguda como la alarma de una salida de emergencia. E igual de inútil, porque por más que se desgañitara no pensaba sacarle de ahí. Si, es cierto, debería haberle amordazado, pero no estaba la cosa como para entretenerse. Al fin y al cabo era de noche y estábamos en mitad de la nada. Ya se cansaría. O se quedaría afónico… no entendía por qué no lo estaba ya. Sus gritos y alaridos me estaban desquiciando. Necesitaba un poco de silencio para pensar cómo salir de aquel embolao y aquel imbécil se había empeñado en ir dando por saco hasta el infinito.


         El coche no me iba a durar mucho, en cuanto alguien me viera con semejante tartana estaría perdido así que lo mejor sería encontrar una gasolinera o algo así “¿Cómo lo hacen en las pelis, Sabino?” Bueno, como sea. Una gasolinera me iría bien. Ya pensaría qué hacer