sábado, 23 de mayo de 2020

DIFERENTE

DIFERENTE


         No era nada difícil una vez le cogías el tranquillo. Solo había que fijarse bien en los cables antes de conectarlo todo.
         Lo más difícil de ser electricista había sido el pasado. ¿Verdad? Claro que sí. Lo más difícil fue lograr que en la facultad tanto los compañeros como los profesores me trataran como una más. Pero con perseverancia se consigue todo en esta vida. Eso decía siempre mi madre. Porque mi madre era una sabia, y siempre me había apoyado y siempre me había querido tal y como soy.
         Ella me enseñó que mis diferencias del resto de los niños eran lo que me hacían especial. Ella me enseñó a quererme a mi misma tal y como soy. Me enseñó a cuidarme sola y a buscarme la vida… pero siempre se mantuvo cerca por si la necesitaba. Y la necesité muchas veces, porque ser diferente nunca fue sencillo. Porque yo no elegí ser diferente y nunca quise serlo, así que me esforcé desde muy pequeña en no serlo: en no perder cursos para ir a la par de mis compañeros de clase, para que no me excluyeran y se rieran de mi. Pero siempre fui un unicornio en una manada de caballos. Para el que miraba desde fuera resultaba imposible no fijarse en mi. Eso siempre fue lo peor: la atención. Todo el mundo se fijaba en mi. Muchos me compadecían, otros solo me señalaban pero era más que suficiente para minar la autoestima de una niña.
                   —Nieves querida, que desgracia que te haya tocado semejante cruz. No me imagino lo que debe ser tener una hija así. Mira sin embargo mi niño, Sebas, algún día será un apuesto hombre de negocios. Con su niña va dando pasos de hormiga. Qué pena. —Le decían las vecinas.
         Sin embargo mi madre siempre estuvo allí para hacerme ver que no tenían razón en sus valoraciones. Que yo era diferente, si, pero que no era menos que nadie, y que si quería que me respetaran debía hacérselo ver, cuanto antes mejor.
         Mi madre sufrió mucho para sacarme adelante. Mi padre trabajaba muchas horas fuera de casa para que no nos faltara de nada, mientras mi madre me ayudaba a entender el mundo… y a que el mundo me entendiera a mí.
         No es que mi padre no me quisiera o no me aceptara, pero para él era mucho más difícil. Mi tía Elvira, su hermana, había sido igual que yo. Pero en la época en la que ella vivió eso era un estigma enorme. Para la sociedad de aquella época no era más que una “niña mongolita” y poco se podía hacer por ella salvo compadecerla. Nunca tuvo las oportunidades que yo. Aunque su familia la amaba y la cuidaba, nunca tuvo la oportunidad de aprender a vivir sola y eso hizo que acabara sus días encerrada en una institución donde acabó muriendo antes de tiempo, sola. Así que mi padre se sentía responsable de mi cromosoma erróneo y como emocionalmente no era capaz de ayudarme, puso todo su empeño en darme todo lo que mi tía Elvira no pudo tener. Por eso trabajaba de sol a sol, o incluso aceptaba trabajos extra para poder costearme todas las oportunidades que su hermana nunca tuvo. Era su forma de purgar su culpa.

         Pero yo nunca le había culpado de nada, y mi madre tampoco. Las cosas pasan y si algo se es que hay que atajarlas como vengan para poder salir airoso. Y eso lo sé por todo lo que he vivido, pero también por todo lo que he leído. Mi padre pasaba poco tiempo en casa, pero tenía una gran estantería repleta de libros y dedicaba sus escasos ratos de ocio a leerlos. Así que desde pequeña sentí una gran curiosidad por los libros. ¿Cómo eran capaces de mantener a alguien tan atormentado absorto durante tanto rato en su lectura? Pareciera como si el mundo entero se apagara a su alrededor. En cuanto aprendí a leer lo comprendí: los libros podían transportarte a mil universos donde daba igual quien fueras y cuales fueran tus circunstancias. Así que dediqué gran parte de mi infancia a devorar todo lo que caía en mis manos: desde cuentos a libros sobre historia o filosofía. Por supuesto también libros sobre mecánica y electricidad, puesto que desde pequeña siempre sentí gran curiosidad por saber cómo y porqué funcionaban las cosas que me rodeaban.
                   —Lo de su hija no es normal. Algún día vamos a tener un disgusto. Es mejor que sigua leyendo, si dice usted que la gusta tanto. Mira mi Sebas, que casi sin esfuerzo saca tan buenas notas, y nunca nos da un disgusto. Algún día será un gran abogado, o un director. Su hija tendrá que vivir de las miguitas que le den cuando ustedes le falten.—Solían decirle a mi madre las vecinas del bloque cuando comentaba con ellas mis aficiones. Y si, algún susto tuvimos debido a mi afán por construir inventos a partir de juguetes que yo misma desmontaba. Algún cable se había quemado y alguna bombilla se había fundido, pero nada de lo que las temerosas vecinas hubieran tenido que preocuparse.
         Con el tiempo mi afición se convirtió en mi vocación y acabé estudiando Ingeniería Eléctrica. Porque llegué a un punto en el que necesitaba saberlo todo sobre la electricidad. Necesitaba saber cómo funcionaban las placas solares y como las estaciones y subestaciones eléctricas podían abastecer de energía a ciudades enteras. Mi ansia por saber cómo funcionaban las cosas no había menguado por el tiempo, sino todo lo contrario.
                   —Estáis tirando el dinero, Nieves. Sin embargo mi Sebas está ya ganando el suyo. Se ha hecho youtuber y como es tan guapo tiene mucho éxito. No necesita estudiar, porque ahora ya no hace falta eso para ganarse la vida. —Le decían las vecinas del bloque a mi madre cuando comentaban en la escalera que yo estaba estudiando una carrera superior. Las vecinas no tenían la misma fe en mi que demostraba mi madre. No entendían que tener síndrome de Down no era un impedimento para que mi curiosidad fuera infinita. Y no eran capaces de ver todo el esfuerzo que hacía por saciarla. No valoraban que la belleza física no era garantía de nada en esta vida. Para algunas de ellas no era más que una “niña mongolita”.
         Pero además no tenían ni idea de la necesidad que yo sentía de mostrarle a mi padre todo lo que le quería, para que pudiera estar orgulloso de mi y no se sintiera culpable nunca más. Necesitaba sobre todas las cosas ver ese brillo especial en sus ojos, el mismo que había en los de mi madre cuando me miraba, pero que en los suyos estaba apagado por el tormento que suponía para él tener una descendencia “defectuosa”. Por supuesto él nunca me dijo nada por el estilo, pero era algo que se le notaba. Desde pequeña pude ver un velo de decepción en su mirada cuando la posaba en mi.

         Pero ahora estaba allí, en el cuarto de contadores de mi bloque, sustituyendo los contadores antiguos por unos digitales mucho más eficientes. Demostrando a mi actual jefe que no necesitaría 15 días de prueba para ver que era muy buena en mi trabajo, porque me encantaba. También para demostrar  a mis vecinas que nunca habían tenido razón en los comentarios que le habían hecho a mi madre. Pero sobre todo para que mi padre pudiera sentirse, por fin, orgulloso. Ya no necesitaba trabajar de sol a sol. Nunca más tendría que aceptar trabajos extra. Mi sueldo como electricista era bueno y seguiría viviendo con ellos para afrontar con él todos los gastos domésticos y que ellos pudieran, por fin, descansar y disfrutar de su tiempo. Quería devolverles todo el cariño que me habían dado y demostrarles que cada minuto que me habían dedicado en la vida había merecido la pena.
                   —Nieves, ¿quién nos lo iba a decir, verdad? Su hija tiene un buen trabajo. Mira si Sebas, todo el día con el móvil en la mano pero de trabajar nada. No sé qué va a ser de él.
                   —Yo siempre confié en ella. Sabía que encontraría su camino en la vida.

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                   —Te grabaré trabajando para recuperar seguidores en mi canal ¿Qué te parece? —Me dijo Sebas, con voz socarrona, desde el pasillo. Estaba despeinado y en pijama. Seguía viviendo con sus padres porque sus ingresos no le daban para más. Su novia le había dejado porque no estaba dispuesto a trabajar para labrarse un futuro a su lado. Nunca había sabido lo que era tener que esforzarse por algo.
                   —Me parece que lo de ser cigarra no te ha funcionado, Sebas. Déjame seguir con mi trabajo. Seré una hormiga más, pero no necesito más que mis manos para vivir.

 Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando  aquí o aquí.



MAYO:
Objetivo 12: Usa tu relato para dar visibilidad a un colectivo minoritario.
Cuentos y leyendas K: La cigarra y la hormiga.
Criaturas del camino IV: Unicornios
Objetos ocultos: 9 las estaciones y 12 placas solares.
Además: milpalabrista (1467 palabras),  Tríada (por relatos que traten tema LGTB o minorías,considerando minoría las personas con sindrome de Down u otras enfermedades o síndromes estigmatizantes) Inconformista (relato con crítica social). A falta de confirmar estos puntos por las jefas, creo que no me dejo nada.