domingo, 15 de noviembre de 2020

ESPEJO DEFORMADO

 

ESPEJO DEFORMADO

         Por casualidades de la vida y de twiter, cayó en mis manos “Espejo Deformado”, de Luis M. Núñez (@LordAlce). Según el autor, que tiene casi una docena de libros publicados, es una historia de terror psicológico, pero aquí no estamos para parafrasear a nadie, sino para opinar sobre esta lectura.

         Lo primero que tengo que decir que se trata de un libro que se sale de la zona de confort del autor puesto que si miras el resto de sus títulos, sus criaturas viven en el mundo de la fantasía y de la ciencia ficción. Sin embargo esta obra se instala en la más corriente realidad de nuestra época.



         Este libro cuenta la historia de cómo Beatriz Hernández está trabajando en su tesis doctoral, sobre un libro que narra la biografía de un tipo de hace más de tres siglos. El trabajo extenuante en esta tesis y su propia fragilidad mental hacen que en la historia se entremezclen la realidad común y la realidad particular que hay en la mente de la prota.

         Tengo que reconocer que al principio el libro se me hizo un poco lento, debido sobre todo al uso de demasiadas frases subordinadas, que restaban dinamismo. Pero la historia se planteaba jugosa y mi curiosidad me hizo seguir adelante. Beatriz Hernández, la protagonista, empieza a obsesionarse con Hernán Gonzalvo, el objeto de su tesis, y yo empecé a pensar que eran familia, pero eso es algo que solo podrás descubrir leyendo el libro.

         ¿Así es como escribes una reseña? Vamos ¡Céntrate!

         Empecemos por la estructura de la obra, porque creo que es parte esencial de la historia. El libro se organiza en tres bloques claramente diferenciados.

         Un primer bloque que corresponde al clásico planteamiento, donde Luis nos presenta a los protagonistas de la historia y también el origen de la trama. Es un bloque de lectura relajada, con descripciones claras que te meten en la historia poco a poco. A base de pequeños detalles te va sembrando un montón de dudas que esperas que se resuelvan más adelante, al más puro estilo de seguir las miguitas de pan de Hansel y Grettel. Sin embargo, en la segunda parte, cuando esperas que ocurra algo interesante con todos esos datos acerca de Bea, su novio, su amiga, su directora de tesis, su hermana…la narración se rompe y cambia totalmente de registro para fluir en un tono épico muy apropiado. Aquí te presenta al verdadero co-protagonista de la historia. Te cuenta todos los detalles que supuestamente Beatriz ha estudiado en profundidad para llevar a cabo su tesis: la historia de Hernán Gonzalvo, un pícaro del siglo XVIII al que la vida ha puesto a prueba una y otra vez del modo más cruel, convirtiéndole en una especie de héroe al que llegas a amar y odiar a partes iguales. Las escenas más espeluznantes del libro las encontrarás en esta parte y te aseguro que alguna de ellas hasta te revolverá las tripas, no tanto por su atrocidad como por su veracidad. Sin embargo toda esta vuelta al pasado no te hace perder el hilo de la trama principal, que vuelve con fuerza en la tercera parte. Aquí las frases son más cortas y más afiladas, ofreciendo una lectura trepidante, como correspondería a una novela de detectives. Esto es porque, de algún modo, todos los personajes entran en un bucle de búsqueda incesante: Beatriz busca respuesta mientras su novio, su amiga y su hermana la buscan a ella.

         Todo esto conformaría una historia relativamente simple ¿no?  Pues no, porque sino no estaría yo aquí opinando y contando como disfruté de esta apasionante lectura.



         Lo que hace diferente a este libro es un tercer protagonista que hace su aparición en forma de sombras tenebrosas que acompañan a los personajes en los dos tiempos en los que transcurre la historia, unificándola y dotándola de un aire de irrealidad que te lleva a meterte dentro de la mente enferma de Beatriz. La acompañarás en un viaje confuso hacia un desenlace que solo es real en su cabeza y que hará preguntarte dónde está el límite de la cordura y cuál es el umbral de la fragilidad de la mente humana.

         Una lectura totalmente recomendable que te hará pasar un buen rato, conociendo un trocito de una historia real, mezclada con la tensión de la búsqueda y las dudas acerca de los límites de la realidad.

domingo, 8 de noviembre de 2020

VENENO

 VENENO

         Yo no tenía ni idea de historia ni de política, salvo lo que oía por la radio algunas veces. En los últimos días estaba más pendiente de la prensa que en toda mi vida, debía asegurarme de que todo iba bien. Necesitaba poder continuar después de haber salido del infierno que había sido mi matrimonio. No podía creer que ahora, precisamente ahora, aprobaran una ley de divorcio. ¡A buenas horas!

         Tras aquello regresé a la casa de mis abuelos. Llevaba cerrada muchos años, pero era mía y de mis hermanos. Allí estaría a salvo. Había llegado esa misma mañana y tras pasar por el arco de piedra de la fachada, que había visto tiempos mejores,  estaba recorriéndola, intentando rescatar algo de cordura de los recuerdos que guardaba de ella. En el cuarto de mi abuela encontré sábanas viejas y con olor a cerrado, pero limpias. Utilizaría su cama esa noche. Al sacar las sábanas del cajón un pequeño sobre cayó a mis pies. Era una carta. Pensé que sería importante, si mi abuela la había guardado.

 



 

                                               “        Limoux, a 15 de octubre de 1939

Querida Encarna,

 

espero que al recibo de ésta te encuentres bien de salud y que tú y tu familia estéis todos bien.

         No me he atrevido a escribirte hasta hoy porque no quería ponerte en un aprieto, pero creo que ahora es seguro enviarte esta misiva. Solo quería agradecerte todo lo que has hecho siempre por mí, desde que éramos niñas en el colegio María Inmaculada, cuando Sor Gracia nos hacía recitar las tablas de multiplicar. Sé que aunque yo fui la que huyó de España, la vida tampoco debe haber sido fácil para ti durante este tiempo.

         Yo ahora vivo tranquila en Limoux. Sé que no volveré a mi tierra nunca más, pero no me siento triste por ello. He encontrado un poco de paz finalmente.

         ¿Recuerdas aquel invierno de 1931? Era emocionante vivir en Santander. Todo estaba cambiando y parecía que mi vida se iba a poder arreglar por fin, pero aquello solo fue un respiro. Aunque lo suficientemente grande como para ayudarme a tomar la decisión que me salvó la vida. Te escribo esta carta para agradecerte ahora lo que no te pude agradecer entonces. Sé que amabas a tu hermano y que te dolió todo lo que te dije, pero también sé que tú ya sabías que yo no lo quería. Sin embargo la vida era así, ¿verdad? Sabes que tuve que casar con él por empeño de mi padre, que vio en Julián un buen partido. Por aquel entonces la naviera de tu familia iba viento en popa, y Julián no estaba dispuesto a sentar la cabeza. Ahora entiendo que tu padre también estuviera de acuerdo en la idea de que debía casar conmigo. Yo era tan cándida entonces… Tu padre pensó que casando conmigo, con la recatada, responsable y hacendosa Isabel, Julián sentaría la cabeza, pero nunca nos preguntó si estábamos de acuerdo. Tú sabes todo lo que lloré. Tú eras la única persona con la que podía hablar de todas las cosas y recuerdo como me consolabas mientras veía como mi vida se iba a convertir en un infierno. Si no hubiera sido por tu apoyo, me habría vuelto loca. Pero por suerte para mi estuviste a mi lado para ayudarme en mi nueva vida.

         Tu hermano era un díscolo que dilapidaba el dinero de tu familia sin piedad, y aunque mientras estuve casada con él nunca me faltó de nada, sabes que no fui feliz. También sabes que para él yo no era nadie, ni siquiera llegué a ser su mujer, porque su vida estaba muy lejos de aquella casa que yo me empeñaba en que fuera un hogar, ya sabes que siempre fui abnegada. ¡Ay! ¡Encarna, cuanto me arrepiento de no haber abierto los ojos antes! ¡Y cuanto te agradezco que me ayudaras a abrirlos! Siempre fuiste mi ángel de la guarda.

         Recuerdo cuando me hablaste por primera vez de aquella señora: Clara Campoamor. Yo no tenía ni idea de política ni de leyes y todo lo que me decías me sonaba a chino. Pero debía ser importante, porque tú estabas exultante cuando me hablabas de ella. Entendí que lo que aquella mujer estaba haciendo pretendía mejorar nuestras vidas, las de las mujeres, pero no creía que pudiera ser posible. Siento tanto que ahora hayáis perdido todo aquello. Lo siento de verdad. Sabes que yo nunca llegué a votar, no hubiera sabido cómo hacerlo, pero me encantaba ver tu felicidad porque tus sueños incluían ese tipo de cosas. Yo me limitaba a ser feliz con tu felicidad, porque tú eras mi mundo entero.

         No me atreví a confesártelo entonces, porque al casar con tu hermano toda esperanza se desvanecía, pero sabes que era lo que tenía que hacer.

         Recuerdo como aquel mismo invierno me viniste un día hablando de un tal Álvaro de Albornoz. Yo no sabía quién era ese señor, pero tú estabas segura de que aquello sí que cambiaría nuestra vida, más que lo otro eso del sufragio. Según me contaste había propuesto una ley de divorcio que haría  que pudiera separarme de tu hermano, pero yo tenía miedo. ¿Te acuerdas? Tu hermano había salido a la mar dos años antes, y nunca más regresó. Tu padre estaba indignado porque había perdido a su hijo, pero creo que le dolió más la pérdida de su mejor barco. A veces venía a visitarme porque decía que mi casa seguía siendo la casa de su hijo. Eso era verdad, yo no podía negarlo. Siempre me trató bien tu padre, me apreciaba mucho aunque no hubiera conseguido que Julián formase una familia conmigo. Ahora puedo confesártelo: nuestro matrimonio nunca se consumó. Para mí era un esfuerzo inhumano tener que meterme con él en la cama todas las noches, pero por suerte para mí, yo nunca le interesé lo más mínimo. Pero no era nada personal Encarna. Nunca me gustaron los hombres, aunque me tratasen tan bien como tu padre. Yo creo que Julián lo sabía, aunque fui muy cuidadosa siempre. ¿Te imaginas que alguien se hubiera enterado de eso? Sin duda habría dado con mis huesos en la cárcel, o algo peor. España siempre fue un lugar de grandes pasiones. Eso sí que lo extraño. Y que una mujer bien educada como yo, no hubiera tenido hijos el primer año de casada empezaba a levantar rumores.

         Pero entonces me hablaste de aquello. La ley del divorcio. ¿Cómo me iba a divorciar yo de tu hermano? Él había desaparecido y no sabíamos si estaba vivo o muerto, pero yo no podía divorciarme. ¿Qué iba a ser de mí? Menos mal que me abriste los ojos Encarna. Recuerdo el 25 de febrero cuando irrumpiste en mi casa. ¡Estabas feliz! No entendía que te alegrase aquella ley: a ti no te aportaba nada. Y en realidad yo no me había planteado esa posibilidad. Era una aberración romper lo que Dios había unido, sin embargo, el hombre, en este caso Julián, ya lo había separado.

         Me llevaste a ver a ese abogado. Yo estaba segura de que tu padre me mataría, si no lo hacía el mío antes cuando se enterase. Pero todo fue muy rápido, al estar Julián desaparecido. Pasé de estar casada y sola a estar divorciada. Nada había cambiado. Cuando volví a mi casa tu padre me estaba esperando. Me entró pánico, pero tú me ayudaste. Nunca podré agradecerte lo suficiente que me ayudaras aquella noche. Entraste conmigo a recoger mis cosas: el ajuar de mi boda y el botijo recuerdo de Mijas que me habías regalado. La casa era de tu padre, así que yo tenía que irme. Nunca me contaste que pasó después. Me llevaste a tu casa y al día siguiente cogí el tren que me trajo a Francia. No creo que tu padre fuera benévolo contigo, después de ayudarme. Era muy severo el señor don Gerardo. Cuando recuerdo su rostro aquella noche aún se me saltan las lágrimas del miedo que me da.

         Sin embargo ahora soy libre, y te lo debo a ti. Y no volveré a Santander, aunque la guerra haya terminado. Ya sé que han derogado la ley, ahora sé todas esas cosas. Sé que todos los divorcios de aquellos años son nulos, pero leí en la prensa que habían dado por fin por muertos  a los tripulantes del “Covadonga”. Ahora no soy casada ni divorciada, porque soy viuda. O sea, lo sería si volviera a España, pero no puedo volver.

         Te envío mis mejores deseos para la extraña paz que parece que se está forjando en mi tierra, pero esa paz no es para mí.

         Tu amiga que te quiere,

                                      Isabel. “

 



         Doblé la carta y volví a meterla en su amarillento sobre. ¡Qué poco había cambiado la vida! Mi Eusebio se parecía tanto al Julián de la carta de mi abuela que parecía mentira , pero mi Eusebio no era marinero ni había desaparecido, sino que dilapidaba nuestro dinero entre bares y lupanares. Luego llegaba a casa y pagaba sus frustraciones conmigo. Yo estaba atrapada en ese infierno.

         Ahora  la radio no paraba de desgañitarse en contra y a favor de la norma que Francisco Fernández Ordoñez acababa de sacar adelante. Las mujeres volvíamos a ser libres de divorciarnos si así lo queríamos.Al volver a aquella casa me sentía un poco como un ratón de aquellos que iban detrás del sonido de la flauta en el clásico cuento. Sin embargo aquella ley llegaba demasiado tarde para mí. Isabel se había quedado viuda por decisión de la ley. En ese sentido yo era más libre que ella: yo había elegido ser viuda.



 Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí


NOVIEMBRE:
Objetivo 11: Infórmate bien sobre un suceso revolucionario feminista y basa tu relato en ello. ( La ley del divorcio de febrero de 1932, que fue derogada en 1939 y volvió a la palestra, reformada en 1981)
Cuentos y leyendas J: el flautista de Hamelín.
Criaturas del camino VI: Ángel.
Objetos ocultos:24: arco y 20: botijo.
Además: milpalabrista ( 1612 palabras),  rosa insolente por protagonista femenina .No estoy segura de si el genero epistolar cuenta para  para sororidad, Triada por personajes LGTBI, Inconformista por la crítica social implícita y me apunto uno para giratiempo por publicar antes del día 10. Espero no dejarme nada.

Gracias por leer hasta aquí.

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