lunes, 30 de abril de 2018

Una de microrrelatos y micropoemas.

Escribir, escribir, escribir...
El año pasado descubrí que hay cientos de concursos y me animé a participar en algunos. Con ningún éxito, por supuesto, salvo la satisfacción de terminar algo y seguir "haciendo rodaje". Para mí escribir microrrelatos es muy complejo. Requiere un gran esfuerzo de síntesis y concreción que no resulta fácil de lograr, al menos para mí, que le doy mil vueltas a todo. En ocasiones, acabo dándome cuenta de que he escrito un telégrama y solo me falta poner STOP tras cada frase. En fin, cosas de escritor aficionado... Aquí os dejo algunos microrrelatos y micropoemas. No tienen ninguna relación entre ellos salvo el autor, yo... A ver si Yarcko también se anima a compartir su talento.





Eutanasia

Ni mi último día de tortura la tos se tomaba un respiro. Parecía que iba a escupir un trozo de pulmón.
Avisé con dificultad a Manuel. Esto era injusto y doloroso para él… pero, a estas alturas, ya saldaría cuentas con dios, no podía soportar esta condena.


Apareció bandeja en mano con lo acordado, abrió el brandy, un impresionante Carta Real que guardaba para la ocasión y vertió su contenido en la copa, dejando al lado las pastillas. El delicioso olor a madera vieja inundó la estancia. Paladeé la copa, saboreándola intensamente y me inundó un suave calor, acompañado de un sinfín de sensaciones y recuerdos. Entonces lo vi claro, quería seguir viviendo. Del estupor, no pude ni gritar cuando me obligó a tragar las pastillas con sus fuertes manos. Una vez muerto, pude contemplar como él, sonriente, brindaba copa en mano sobre mis restos por su brillante futuro.


Hechizo

No puedo dejar de mirarte… y, aunque el sentido común me dicta que me dé la vuelta y huya corriendo, sigo arrastrándome por estos abruptos caminos, sin perderte de vista. Me castigas, hermosa criatura, correteando por tortuosas sendas mientras mis ojos toman el control de mi sistema motriz. De cuando en cuando, giras la cabeza para clavar tu mirada en mí, con tal intensidad que me estremezco a la par que ardo, ansioso de cercar tus labios.

No puedo dejar de mirarte… cuando te acercas a la crepitante hoguera y echas a la olla que pende sobre la misma algunas de las hierbas que recogiste en el camino. Por fin, me permites que me acerque y, dirigiéndote hacia mí, susurras un “aquí”, señalando mis labios con mirada de deseo. Me abandono al poder hipnótico de tu mirada, dejo de luchar para disfrutarte plenamente y noto el contacto de tu lengua caliente en contacto con la mía, entrelazadas… El éxtasis del momento hace que me sienta liviano, casi transparente, hasta que contemplo, horrorizado, como, sin dejar de besarme, arrancas mis ojos y los echas en la olla. Cuando por fin soy libre… desorientado y confuso, me precipito sobre las llamas.


Imagina

Érik se sorprendió al ver, a través del escaparate de la librería, a una tortuga en plena calle Feria. Le resultaba ligeramente familiar, así que salió de la tienda. La tortuga caminaba lentamente y tuvo la tentación de seguirla, pero se quedó helado al contemplar como una espesa neblina se acercaba amenazadoramente. No tardo en reconocer a la Nada, que engulló a la tortuga y prosiguió su avance calle abajo.
Érik corrió en dirección opuesta y a mitad de camino encontró un armario con un extraño ser, un fauno aparentemente, que le guió dentro del armario para aparecer en un bosque helado. Allí le esperaba la Bruja Blanca. Asustado, rebuscó en sus bolsillos el anillo que le había regalado su padre, solo para usar en caso de emergencia. Se lo puso y desapareció, para sorpresa de la malvada Bruja. Sin embargo, enseguida escuchó los lejanos susurros de Sauron, clamando por su anillo.
Érik, ¿aún no has terminado los deberes?   dijo la voz.
Somnoliento, se despabiló y se puso a hacer la tarea. Tenía que haber caído en que el regalo del anillo era una trampa de su padre, el mago blanco. La próxima vez llevaría la capa.

En tu ausencia

En tu ausencia deambulo perdido buscando tus besos,
los que cruelmente me negó la luna, pálida y fría.
Si bien te recuerdo al abrigo de mis amargos versos,
cediendo tu vida a la muerte, te llevaste la mía.


Chispazo

Fue sentir la descarga sin apenas rozarnos,
¡Qué cosa tan bonita el amor la electricidad estática!
los vellos de punta, sin querer mirarnos,
y comenzar a imaginarte sin rubor de forma enfática…



1 comentario:

  1. Cuan grabe error no haber comentado antes. Ya se que compartimos esta aventura y que te comenté cada texto en su momento pero deber saber, además, que el micropoema de la electrecidad estática me enamoró desde el momento que lo lei por primera vez.
    Valoro muchísimo el esfuerzo que haces cada vez que escribes algo tan corto porque sé que eres un latifundista de las frases. Aún así haces un trabajo bárbaro con microrrelatos como estos.
    Enhorabuena!

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