LA DESCONOCIDA DEL PANTEÓN
—Virgine, ¿de verdad está tan mal?
—Si, Camille. Aunque la ves lúcida de mente, su cuerpo se está apagando. La muerte de su nieto le ha dado la puntilla.
—Lo cierto es que desde que murió mi hermana, mi madre empezó a empeorar. La pena se enquistó en su corazón.
—Ha de ser horrible perder a tu primogénita, y más cuando deja un niño pequeño.
—Mi madre no ha podido con ello. La muerte de mi sobrino era más de lo que podía soportar la pobre a estas alturas. Al menos mi padre está con ella, él lo ha llevado mejor.
—Eso parece, pero si hablas un rato con él verás que su mente está confusa.
—Es muy mayor. Ha sido también un duro golpe para él. Menos mal que tienen la ciencia. La química siempre le ha unido y les ha dado fuerza para salir de todos los problemas.
—Lo sé. Podríais ser ricos si tu padre hubiera patentado sus descubrimientos.
—Nos va bastante bien, ¿no te parece? Mi padre es un hombre de principios, siempre pensó que acumular riquezas resultaba indigno. El valor de la ciencia está en ser para todos.
—Nunca he alcanzado a comprender como tu madre le permitió no registrar las patentes, siempre fue una mujer práctica.
—Si, práctica y enamorada Virgine. Desde que conoció a mi padre dejó de posar para pintores y se dedicó por entero a él. Bueno, a él y a la química. Cuando les ves hablar de experimentos y descubrimientos es como si el tiempo se detuviese a su alrededor.
—Lo sé. Lo he visto mil veces. Sin embargo ella siempre hizo todo el trabajo.
—No seas injusta. Mi padre siempre ha trabajado duro.
—¡Pero Camille! ¡Tu madre más aún! Fue capaz de cuidar de ti y de tus hermanos y de gobernar esta casa para que todo funcionara con la precisión de un reloj suizo. Y además de todo eso le dio a tu padre la mitad de sus ideas geniales.
—La verdad es que juntos han hecho grandes cosas.
—En ti misma tienes la prueba.
Virgine posó su mano en el hombro de Camille, con la mirada llena de la admiración que siempre le había profesado. Desde que la conoció había vivido prendada de su forma particular de ver el mundo. Y es que ser Camille Berthelot y haberse criado con unos padres científicos le había forjado un carácter único.
Había aprendido de su madre Sophie como ser una buena mujer y una buena esposa, y también que el trabajo y el esfuerzo siempre daban sus frutos, con la ayuda del Señor. De ella también había aprendido a valorar los pequeños detalles, como el gesto que Virgine acababa de hacer. Como la sutil diferencia existente en las reacciones químicas. Su padre, Marcellin, había establecido años atrás la diferencia entre las reacciones exotérmicas y las endotérmicas y era asombroso observar cómo se producían diferentes tipos de pequeñas explosiones y espumas cuando sus padres desplegaban su magia en el laboratorio del sótano.
La química nunca había sido lo suyo, pero había aprendido que los más ínfimos detalles pueden generar enormes diferencias. Y por eso valoraba mucho esa mano amiga en su hombro. Ese gesto le transmitía mucho más que amistad en esos momentos dolorosos.
—Gracias, Virgine, por todo. Sé que estás haciendo un gran esfuerzo para cuidar de ellos.
—En realidad tu padre no se aparta de su lado.
—Y si no fuera por ti estoy segura de que ni siquiera comería.
La mirada de Camille expresaba mucho más que gratitud. Sin embargo había aprendido otra cosa de su madre: que aparentar tiene más letras que ser. Era la hija del ministro, debía guardar las formas. Por eso había elegido casarse y formar una familia. Su amante esposo había resultado ser un buen hombre que la amaba con locura y ella había aprendido a quererle. Pero eso no evitaba que lo que sentía por Virgine menguara ni una pizca siquiera. Hacía años, cuando sus padres la contrataron como cocinera en la casa no tenía ni idea de en lo que aquella mujer se convertiría con el tiempo. Era su mejor amiga, su confidente. El cariño que le tenía era muy especial. Y lo que estaba haciendo por sus padres no se lo podría pagar nunca, aunque se llevara un buen sueldo por ello.
—Virgine, ¿recuerdas cuando te hablé de aquel señor de Flandes?
—¿El flamenco estirado ese que se hizo tan amigo de tu padre en el ministerio?
—Si.
—Ayer recibí un mensaje suyo. Me daba las condolencias por su muerte.
El rostro de Virgine palideció al oírlo. Era una mujer muy supersticiosa, y nombrar a la muerte en casa de un moribundo traía malos augurios. Cierto era que la moribunda era Sophie, pero igualmente le dio mala espina.
—¿Cómo comete alguien de su posición un error tan grave?
—No solo trabajaba con él en el ministerio. Lleva tiempo detrás de patentar todas las cosas que mi padre no ha patentado. Anda malmetiendo con unos y otros, ya ha convencido a casi cuarenta científicos de que los descubrimientos de mis padres deberían estar dando beneficios en sus cuentas. Piensa que se hará de oro si logra robar los tesoros científicos de mi padre, como si fuera Ali Babá. Creo que su mensaje fue un error planificado.
—¿Planificado?
—Si. Creo que está intentando provocarme para que le diga la contraseña que abre la gruta. Piensa que perderé los papeles y le abriré el camino hacia la cátedra de mi padre. Me conoce muy poco.
Virgine estaba segura de eso. Ni siquiera ella, con quien la unía una relación especial, era muchas veces capaz de prever las reacciones de la mujer.
—¿Qué vas a hacer?
—Nada. Ignorarle. Es lo que habría hecho mi madre. No puedo dejar que algo así me afecte. Ahora lo más importante es ella. Debo estar a su lado.
—Creo que te equivocas. Deberías ponerle en su sitio.
—No. Mi marido se ocupará de él. Yo debo cuidar de mi madre en este momento. Solo quería decírtelo para que sepas entre la clase de gente que nos encontramos. No confíes en nadie. Son como hienas.
Camille regresó a la alcoba donde su padre velaba incansable a su madre enferma. La pérdida de su hija hacía nueve años la había hecho enfermar y la reciente muerte de su querido nieto la había debilitado en exceso. La enfermedad se la estaba llevando al otro lado. La chispa de sus ojos se estaba apagando poco a poco y veía desesperada como su padre se estaba dejando la vida en cuidarla. Aún a ratos les oía hablar de sus siete amores: sus seis hijos y la termoquímica. Era inimaginable, pero así era. En el lecho de muerte de su madre expresiones como bomba calorimétrica eran normales, a ella no la sorprendían.
El anciano se levantó.
—Camille, quédate con tu madre un momento, he de comprobar una cosa en el laboratorio.
—Si padre.
Mientras Camille se quedaba al cuidado de Sophie, un agotado Marcellin se dirigió al laboratorio donde sus colaboradores seguían sus instrucciones para evaluar la influencia del radio en los cultivos. Estaba seguro de que lograría grandes avances en ese campo, aunque también lo estaba de que la vida se le escurría entre los dedos enjutos y cansados.
Al entrar en el laboratorio sintió una enorme paz. Aquel laboratorio era su hogar tanto como lo era su casa, con la diferencia de que allí las variables las podía controlar y eso le daba la seguridad que enfrentarse a la inminente muerte de su esposa le estaba arrebatando. Dio unos cuantos pasos adentrándose en la pequeña huerta con la que estaban probando algunas ideas cuando lo vio. Era una especie de ratón sin pelo que caminaba torpemente entre los surcos. No podía ser. No podían tener una plaga de ratones en sus cultivos. Porque estaba seguro de que el radio había transformado a un ratón de campo en aquel aberrante ser. Lo cogió con facilidad y lo puso frente a sus ojos para verlo mejor.
—¿Y a ti que te ha pasado? Tendré que llevarte dentro para analizarte. Parece que el radio te ha hecho daño ¿verdad?
El anciano dio media vuelta para entrar en el laboratorio cuando una extraña voz salió del animal que tenía entre sus manos.
—No soy un ratón. El radio no puede hacerme nada, porque no soy de este planeta. Solo estoy intentando encontrar el modo de volver a mi hogar. Tú deberías volver al tuyo.
Marcellin soltó al animal, que huyó escabulléndose entre los surcos. No podía ser. Los ratones de campo no hablan aunque el radio les haya dejado calvos. ¿Un ser de otro planeta? Sin duda su mente le estaba jugando una mala pasada. Quizá ir al laboratorio no había sido una buena idea, después de todo, estaba demasiado cansado.
Cuando regresó a casa tras su breve excursión, encontró a Camille donde la había dejado: a los pies de la cama de su madre.
—¿Cómo sigue?
—Mal, padre. No ha dejado de preguntar por ti un solo minuto.
Marcellin se colocó en la cabecera de la cama, para que Sophie pudiera oírle y para que sintiera su presencia.
—Cariño, estoy aquí. Estate tranquila que no me volveré a ir de tu lado.
—Fuiste al laboratorio.
—Necesitaba…
—Lo sé, yo también lo necesito.
—Iremos juntos en cuanto te recuperes.
Marcellin acarició el rostro cansado de su esposa, que se esforzó por regalarle una última sonrisa antes de exhalar su último aliento.
Camille dejó a su padre unos minutos junto a su madre. Ella también estaba rota de dolor. Sin embargo ahora le tocaba a ella tomar las decisiones.
—Padre, debe usted descansar.
—No quiero separarme de ella, hija.
—Échate solo unos minutos, te vendrá bien.
Lo acompañó al salón, donde el anciano se recostó en el diván, totalmente exhausto.
A la noche, el marido de Camille recibió un telegrama: "Todo ha terminado después de cuatro horas para mamá y también para papá. Se fue a dormir al canapé del salón y tras un cuarto de hora sin conocimiento se apagó"
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Marcellin Berthelot fue inhumado en el Panteón de Paris en 1907 junto a su esposa para no separarlos. El Ministro de la Instrucción Pública Aristide Briand destacó de Sophie que fue "una mujer dulce, amable y cultivada". Sophie se convirtió así en la primera mujer enterrada en el Panteón, aunque no por méritos propios sino por sus "virtudes conyugales"
FUENTES CONSULTADAS:
Wikipedia
Grupo Heurema. Educación secundaria, enseñanza de la Física y la Química, sección: personajes olvidados de la Física y la Química.
Los secretos de familia del Panteón.
Y otras mil páginas web más.
Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí o aquí
Ha valido la pena el esfuerzo. Gran relato y gran historia. La verdad es que no la conocía.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, te ha quedado redondo y has integrado muy bien la historia de Alí baba, la parte del ratón ha quedado un poco "marciana" (festival del humor), pero bueno, lo achacaremos a los desvaríos de un pobre hombre roto de dolor.
Muy buen relato, enhorabuena.
Saludos y nos vamos leyendo.
Hola!!
Eliminarla verdad es que estoy bastante satisfecha con este relato. Creo que nunca me había documentado para escribir un relato corto y la verdad es que ha tenido su gracia meter los elementos del reto en algo casi biográfico. En efecto, el ratón pelón ni siquera tiene que existir mas allá de la castigada mente de un anciano cansado y hundido emocionalmente, bien visto.
Muchas gracias por un comentario tan sincero.
Un abrazo!
Conmovedor relato basado en una historia real. Ha despertado mi curiosidad y he indagado un poco en los personajes.
ResponderEliminarLa introducción del extraterrestre era muy difícil en esta historia y queda un poco forzada,pero la has conseguido salvar , y el flamenco muy bien usado pues hubiese sido difícil meterlo siendo un ave.
Cómo siempre deseando de leer tu siguiente relato.
Conmovedor relato basado en una historia real. Ha despertado mi curiosidad y he indagado un poco en los personajes.
ResponderEliminarLa introducción del extraterrestre era muy difícil en esta historia y queda un poco forzada,pero la has conseguido salvar , y el flamenco muy bien usado pues hubiese sido difícil meterlo siendo un ave.
Cómo siempre deseando de leer tu siguiente relato.
¡Hola amigo!
EliminarMe encanta cada vez que paso a leer los comentarios y veo uno tuyo por aquí. Ya te he dicho mas veces que verdaderamente me hace mucha ilusión que me leas. Además en este caso incluso he conseguido que vayas un poco más allá y te aventures a buscar información sobre uno de los padres de la termoquímica, por desgracia bastante olvidado por la historia, y no digamos ya Sophie, cuyo trabajo como química nunca llegó a valorarse. En efecto la mayor dificultad ha sido meter los elementos del reto pero es el último relato oficial del Origireto2020 y tenía que darlo todo.
Muchas gracias por tu tiempo.
Un abrazo grande.
Un relato muy tierno.
ResponderEliminarMuchas gracias por dedicarme un rato de tu escaso tiempo. Un abrazo.
EliminarGran historia y un relato muy emotivo y bonito. Me ha gustado,sigue así de bien.Bss y ánimo.
ResponderEliminarUna gran historia y un relato bonito y emotivo. Sigue así me ha gustado.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte a leerlo! Me alegro de que te haya gustado!
EliminarBuenas noches
ResponderEliminarMuy bonita representación de la vida de Marcellin Berthelot. Aunque te centras en sus últimos momentos, es posible hacerse una idea de la vida que llevó, de lo que contribuyeron a la ciencia los dos, de cuál fue su manera de pensar (en contra de las patentes, siguiendo la idea de que la ciencia debe ser para toda la humanidad, que se enfrentó a su familia por amor...). Qué bonito que Sophie posara para un retrato "oficial". Sé que es un hecho real, pero le imprime una relación muy curiosa con el arte.
La introducción de la rata queda bien, considerando que lo supones muy roto por el dolor y la falta de sueño. Emotivo el hecho, real de nuevo, de que cuando ella se fue, él la siguió.
Solo he visto una errata tonta: "La química siempre le ha unido" Sería "les ha unido".
Nada más, precioso cierre del OrigiReto 2020
Un saludo.
Juan.
Hola Juan!
EliminarComo siempre es un orgullo tenerte por el blog leyendo y comentando. Le doy mucho peso a tu valoración de este relato porque sabes mucho más de ciencia que yo y creo que tu lectura del mismo ha sido muy profunda y acertada. Me alegro de haber sido capaz de transmitir lo que la ciencia representó en la familia Berthelot y como las circunstancias sociales dejaron a la mujer relegada sin reconocimiento alguno de sus logros, como por desgracia, les pasó a muchas mujeres (y creo que sigue pasando, por desgracia)
La rata pelona tenía que estar para cumplir el objetivo, pero además creo que era buena opción para dar una entrada a las últimas investigaciones en marcha que tenía Marcellin.
Muchas gracias por compartir este año y este reto conmigo y enhorabuena por todos tus geniales relatos!! Sigue escribiendo así de bien y me tendrás siempre pendiente de tus letras.
Un abrazo!
Me encanta el ratón de campo pobrecito, ay <3 Genial relato, menuda historia. Triste la gente enferma y el final, me encanta que lo acompañaras con imágenes y también que hayas conseguido sacar un relato así tan completo como este de semejante tema científico, muy conseguido x3 enhorabuena por terminar el año, lo logres o no al 100% solo llegar al final habiendo participado cada mes es un logro increíble, reconócete el mérito ;3 un abrazote y te voy a extrañar el año que viene en el #EstrellasDeTinta, pero espero que sigas escribiendo ^^ muchos ánimos.
ResponderEliminar.KATTY.
Hola Katty, a estas alturas ya sabes que en plan traca final logré completar incluso el objetivo personal, pero lo cierto es que fué un esfuerzo grande a último momento (todos los años me pasa igual, a ver si espabilo).
EliminarMe alegro de que valores de forma positiva este relato, la labor de investigación para construirle fue realmente complicada porque había muy poca información de los científicos, y es una verdadera lástima. Por supuesto de Sophie había mucho menos que de su esposo, como por desgracia es habitual.
Lo cierto es que estoy muy satisfecha con el trabajo de todo el año. Nos has planteado retos de diversa índole y algunos complicados de alcanzar (ya sabes que cada uno nos sentimos cómodos más en unos géneros que en otros). Creo que he aprendido mucho y espero que eso me sirva en el futuro.
Nos seguiremos leyendo aunque no participe en el Estrellas de Tinta. ¡Mucho ánimo para el nuevo año!