domingo, 25 de octubre de 2020

DIMENSIÓN DE PLÁSTICO

Antes de leer este relato te sugiero que leas La Fuga, pues es una continuación de aquella historia.

DIMENSIÓN DE PLÁSTICO

 

                   —¡Que me envíe el dichoso recibo, digo!

         El operador al otro lado del teléfono intentaba hacerle entender que podía acceder a los recibos a través de la web, pero Mauricio estaba que echaba humo.

                   —¡No me interesa ver el recibo en la web! ¡No puedo ver la web! ¡No me funciona internet! Así que no voy a pagar ningún recibo mientras no me lo arreglen.

         Elena estaba más que acostumbrada a los gritos constantes, pero lo de aquella tarde era demasiado. Al parecer todo el mundo tenía la culpa de que internet no funcionara y llevaba haciendo llamadas casi tres horas seguidas.

                   —¡Le repito que me da igual su filosofía empresarial! ¡A mí me tienen que enviar los recibos a mi buzón! ¡A mi buzón! ¿Me oye? ¡Metido en un sobre, como toda la vida!

                   —Mauricio… Eso ya no lo hace ninguna empresa, cielo. Deberías tranquilizarte. Te acabará por dar un infarto.

         En realidad Elena estaba segura de que gritar por teléfono era lo que más le gustaba a su marido, así que había hecho que instalasen un terminal en la biblioteca, así Mauricio podía gritar todo lo que quisiera sin molestarla.

         Por si aquello fallaba, como estaba fallando en ese momento, la mujer había ido más allá. Como Mauricio era un cabezota obsesivo le había regalado una impresora 3D, pero por piezas, convencida de que eso le mantendría tranquilo y ocupado un montón de tiempo, según le había contado Miguel el comercial.  La idea se la había dado su querida vecina Griselda: “Tú lo que tienes que hacer es llamar al técnico y que te explique cómo funciona la aerotermia. Toma el número. Hazme caso, llámale y luego me cuentas.” Y así lo había hecho, casi.

         Elena había llamado a Martín, el técnico buenorro, quien muy amablemente le había facilitado el teléfono de Miguel, el comercial. Elena decidió que  su plan fuera marear a Mauricio con el tema de la aerotermia. Calculaba que, con lo obsesivo que era, eso le tendría ocupado un par de meses. Sin embargo cuando llegó su marido no estaba en casa, así que tuvo que escuchar ella todas las magníficas explicaciones que el experto le daba, intentando retener en su cabeza alguno de los datos que Miguel le estaba proporcionando, para poder enredar a Mauricio.

         En mitad de aquel galimatías tecnológico se dio cuenta de que ya tenía suficiente información inútil y cambió de estrategia. Tras dedicar una mirada más al tal Miguel decidió atacar directamente.

                   —Mira Miguel, te agradezco todas tus explicaciones pero no me estoy enterando de nada.—dijo mientras se levantaba del sillón y se sentaba más cerca del joven— en realidad lo que yo necesito es algo para entretener a mi esposo, que se pasa la vida gritando y me tiene loca.

         Por suerte al técnico le hizo gracia la cosa y a su vez, decidió que podía tomarse unos momentos de relax con aquella señora tan maja y tan sincera.

                   —De acuerdo Elena. Tengo una idea, pero necesito que me digas que me das a cambio.—dijo poniéndole ojitos.

                   —Primero tendrás que convencerme de que es una idea muy buena.

         Se sorprendió a  sí misma respondiendo en tono meloso. Elena no se lo podía creer: el comercial buenorro le estaba dando cancha. Pero contra lo que a ella le estaba pareciendo, Miguel se acomodó en el asiento y empezó a hablar como un sacamuelas.

                   —Deberías regalarle una impresora 3D. Es un juguete moderno con el que podrá jugar a las construcciones pero sintiéndose como si fuera un científico o un inventor.



         Miguel hablaba con entusiasmo. Le contó que él mismo tenía una y que había una asociación de makers que se reunían y hacían proyectos juntos. Lo mejor era que eso tenía pinta de ocupar muuuucho tiempo. Justo lo que ella necesitaba. Apartó del todo su idea de echar una canita al aire con aquel chaval y le compró su propuesta de la impresora. Al parecer, Miguel estaba tan contento con el tema que se le olvidó pedir el precio que había insinuado al principio.

         Unos cuantos días después un mensajero trajo un porrón de cajas y Elena pudo comprobar, una vez más, que era una genia: Mauricio se había prendado de la maquinita al momento y le dedicaba un montón de tiempo. Quedaba con sus amigos de la asociación y se pasaba la vida imprimiendo figuritas cada vez más elaboradas. Así que en su casa volvía a haber silencio, y también un montón de muñecos de plástico por todas partes. Por fin pudo dedicarle al yoga el tiempo que ella quería. Y la última ballena de plástico que le había regalado era graciosa así que la cosa iba bien.

         Pero entonces pasó lo más terrible del mundo, según Mauricio: internet había dejado de funcionar, y eso frustraba los planes del hombre de chatear con sus socios sobre sus últimos logros con la maquinita. Por desgracia eso trajo un torrente de nuevos gritos y bufidos. Elena no podía más, así que cogió un té y se bajó a casa de Griselda. En casa de su amiga siempre pasaban cosas divertidas.

                   —Hola, ¿algún día me dejarás que te invite yo a un té o piensas traerlo siempre de tu casa?

                   —No me hables, que Mauricio ya estaba echando de menos gritar por teléfono y lleva un día…

                   —Ya le he oído. Internet ¿no?

                   —¿Tan fuerte grita?

         Griselda se sentó a su lado.

                   —Demasiado fuerte. Yo también estoy harta de oírle.

         Las dos mujeres se dedicaron una mirada de comprensión antes de sentarse a tomar el té en el sofá.

                   —Lo siento. La verdad es que la impresora estaba entreteniéndole mucho, pero al fastidiarse internet ha vuelto a explotar.

                   —No te preocupes, cualquier día le acabará dando un soponcio por ponerse como se pone. Tú no tienes la culpa.

         A Elena había algo que la estaba sonando muy raro. Había algo en la mirada de su amiga que la estaba poniendo nerviosa ¿Qué ocultaba Griselda? Miró al techo, donde unas semanas antes había una mancha de humedad que las había llevado a la dimensión extraña, pero la mancha no estaba.

                   —¿Al final concluiste que fue lo que pasó con nuestro “viaje” a la dimensión desconocida?

                   —Ni idea, Elena. No ha vuelto a pasar nada.

                   —Fue divertido.

                   —Fue terrible. Pero no te preocupes que no va a volver a pasar. Ven, tengo algo que enseñarte.

         Elena la siguió, entre curiosa y mosqueada. Había algo que no terminaba de gustarle, pero no sabía qué. Su amiga estaba como siempre, pero había algo diferente que no era capaz de identificar, algo que no la gustaba nada y que solo lo advertía por una extraña intuición.

                   —Elena ¿ves la gotera que tengo en el techo?

         Miró a donde Griselda señalaba, y en efecto, una enorme mancha coronaba la mitad del techo del dormitorio.

                   —¡Venga ya! ¡Ninguna tubería pasa por ahí! Pero bueno, de todos modos no te preocupes que pediré a Mauricio que llame al seguro. Con lo que grita por teléfono, antes del lunes lo tienes arreglado.

         Griselda sonreía maliciosamente cuando Elena volvió a mirarla. Era una sonrisa realmente aterradora.

                   —No necesito que llames a ningún seguro, querida. Vas a venir conmigo a la otra dimensión a arreglarla, como la otra vez.

                   —¿En serio crees que hay otra dimensión? ¿La dimensión de las goteras?

         Definitivamente su vecina se había vuelto majara. Además, la otra vez la mancha del techo las había absorbido sin más ¿Cómo se suponía que iban a volver a ir a ese lugar?

                   —No te preocupes, Elena. La dimensión Orofí es mi segundo hogar.

         Diciendo esto agarró a su amiga y la hizo sentarse en la cama, sentándose a su lado. Elena se estaba asustando de verdad. Griselda se había vuelto tarumba del todo.. Ni siquiera estaba segura de lo que había ocurrido la otra vez, pero recordaba que Griselda estaba muerta de miedo todo el tiempo que pasaron en el otro lado.

                   —¿Dimensión Orofí?

         Un haz de luz salió de la mancha, como la otra vez. En tres segundos ambas habían pasado por el remolino iridiscente y habían llegado al extraño desván, que seguía tan vacío como la otra vez. La misma fuente presidía la sala, y aquel fluido pestilente seguía manando de ella. Elena buscó el extintor con la mirada: si estaban allí de nuevo, podían volver como la otra vez. Pero esta vez no había extintor, así que se giró para mirar a su amiga a la cara.

         Lo que vio la dejó sin habla.

         La piel de la cara de Griselda colgaba en jirones de su calavera de un blanco insultante. A Elena le recorrió un escalofrío,  y algo dentro de su estómago protestó en forma de náusea.

                   —Griselda…—logró decir en un susurro, mientras daba pequeños pasos hacia atrás.

                   —Tranquila Elena, soy yo. Hoy no hay extintor, porque el conjuro está completo. La fuente que fue rosada volvió a ser gris y el brillo del silencio lo cubre todo. No hace falta que regresemos, aquí seremos felices, mientras llega la fundadora…

                   —¿Qué fundadora? ¿La fundadora de qué? Me estás asustando.

         Asustando era un eufemismo, Elena estaba realmente muerta de miedo.

                   —La Gran Diosa Gamba Sagrada Cósmica Intergaláctica.

         Los ojos de Griselda no eran humanos. Su voz no era humana tampoco. Algo muy retorcido estaba ocurriendo y el miedo de Elena estaba atenazando su cerebro y no la dejaba pensar con claridad. Lo único que sabía a ciencia cierta era que Griselda estaba loca y que tenía que salir de allí como fuera. Siguió alejándose de ella mientras buscaba con la mirada cualquier cosa que pudiera servirle para escapar, pero el vacío más absoluto lo cubría todo. Griselda se estaba acercando cada vez más…Sabía que la iba a matar ¿la iba a matar? No podía creerlo pero tenía toda la pinta, había visto suficientes películas para saber que eso era lo que ocurriría.

         Siguió reculando, pero trastabilló y cayó al suelo. Algo dentro de su bolsillo trasero la hizo daño en el ídem. “¿Qué es esto?”, pensó mientras echaba la mano a la dolorida nalga. Una pequeña ballena de plástico azul era lo que se le había clavado al caer. “Puta ballena del idiota de Mauricio”, mientras esta frase se construía en su pensamiento, una idea se le cruzó por delante como un rayo.

.


         Blandió la pequeña ballena ante los ojos muertos de su amiga. ¿Qué esperaba que pasara? Griselda no era un vampiro y aquel muñeco no era una estaca. No pasó nada, por supuesto. ¿O sí?

         La mirada muerta de Griselda se clavó en la figurita que Elena sostenía, cuando estuvo lo bastante cerca como para distinguir lo que era.

                   —Así que estás de parte de la Maliciosa Ballena Azul Interdimensional…

         No entendía nada, pero tenía que seguirle el rollo al espectro que tenía delante.

                   —Mauriciosa Ballena Azul te maldice ahora y me sacará de esta dimensión sin un rasguño. ¡Póstrate ante ella!

         No se lo podía creer, pero en los ojos de Griselda vio estupor, justo antes de que un resplandor azul emanara de la pequeña figura y bañara con su luz todo el desván. La fuente empezó a manar una espuma también azul, que rápidamente lo cubrió todo con un siseo. El suelo se resquebrajó y cayó con estrépito sobre la cama de su amiga.

         La extraña voz de la que fue su amiga le llegaba lejana, pero no esperó a oírla con más claridad. Se incorporó y salió corriendo todo lo deprisa que sus aterradas piernas le permitieron. Al llegar a la puerta la voz era más alta y más clara. Además estaba más enfurecida. Abrió y subió corriendo las escaleras. Justo en ese momento Mauricio salía de casa. Le empujó en su carrera y cerró la puerta tras ella. El hombre se asustó al ver a Elena en semejante estado de pánico.

                   —¿Qué te pasa Elena?

         Intento abrazarla y acompañarla dentro, pero ella le llevó hacia la biblioteca, donde estaba la impresora. Al llegar vio un resplandor en el carrete de PLA. Estaba a salvo.


Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí

OBJETIVO PERSONAL:
 El objetivo personal que me propuse a principios de año era el de escribir seis relatos extra, enlazando relatos del origireto2019 y escondiendo en cada uno 2 objetos del origireto2020

Este relato es el segundo de los seis ( no sé si llegaré a seis, la verdad).
Está enlazado con La Fuga, relato de Abril del Origireto2019.
He elegido este relato porque se quedó todo muy benévolo y tenía ganas de darle un giro hacia el terror. No sé si lo habré logrado.

Objetos ocultos: 4: ballena  y 15: una gamba.

Además: milpalabrista (2008 palabras), 

Gracias por leer hasta aquí.

Déjame tu comentario para saber si este relato te ha gustado o no. Prometo contestar.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes

    Pues leído este también. Me ha gustado como lo continúas. Este relato parte de un inicio muy similar al de la Fuga. Luego, toma elementos del anterior: el técnico buenorro, la amiga de Elena, el recuerdo de la aventura pasada, etc. Pero el desarrollo es completamente diferente y el final muy bueno.

    Me ha gustado la referencia a la gran gamba :D

    Si no fuera por un detalle, este relato junto al anterior se podrían haber convertido en una serie de relatos que ahondan en el mismo tema de cierda dimensión desconocida. Aunque, bueno, ese detalle, esa transformación de uno de los personajes no tiene por qué ser el fin de la serie. Podrías continuarla.

    Dos detalles que he encontrado: aquí creo que iría "le": "algo que no la gustaba nada". En este otro, quizá se podría cambiar una de las dos apariciones de "sentar", salvo que deje la frase muy retorcida (entonces, mejor la repetición): "Diciendo esto agarró a su amiga y la hizo sentarse en la cama, sentándose a su lado."

    Enhorabuena por el relato (muy propio el toque de terror) y un saludo.

    Juan.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Juan,
      siempre es un placer verte por aquí, valoro mucho tus comentarios.Tienes razón en que el planteamiento y la estructura del relato son los mismos que en su relato precedente: lo hice a propósito, como si fuera un segundo capítulo de una historia más larga que no se si verá la luz algún día. Con la brújula nunca se sabe. Pero tu institno lector es implacable y me has pillado totalmente.
      Me alegra que te haya gustado el final, porque en realidad es la nota más discordante con el devenir de los acontecimientos.
      En cuanto a la Gran Gamba Sagrada Cósmica Intergaláctica en efecto, tenía que meter un objeto, en este caso una gamba y además tenía que meter un ser superior para que algunas cosas tuvieran sentido, así que vino sola jejeje
      Muchas gracias por las correcciones. Da igual que uno lea su relato mil veces, hasta que no los lee otra persona hay cosas que no se ven.
      Si la historia continua te mantendré informado.
      Un abrazo

      Eliminar

Comentar salva vidas