SUCESIÓN
—¿Crees que las intimido?
—Majestad…
—Respóndeme con franqueza, Isabel.
—Majestad, su sola presencia las intimida. De eso no hay duda.
—Pero Isabel, ¿las intimida mi cargo o mi persona? Sé franca, por favor.
—Majestad, su cargo es su propia persona.
—Mírame Isabel.
La reina agarró las manos de la doncella que llevaba ayudándola a vestirse durante los últimos cuarenta años y la colocó frente a ella. Isabel sostuvo su mirada sin insolencia.
—Mírame y dime lo que ves.
—Veo a mi reina.
—Isabel, llevas muchos años conmigo. No necesito todo este protocolo mientras me ayudas con los ropajes. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, ¿no crees?
—Así es, Majestad.
—A partir de ahora quiero que no vuelvas a dirigirte a mí como Majestad cuando estemos en privado.—Una sonrisa pícara asomó a los labios de la doncella y se reflejó a su vez en los ojos de la reina. A los dos segundos las dos mujeres reían a carcajadas.
—Mercedes, me vas a volver loca.—Logró articular Isabel entre risas.
Ambas se sentaron en el regio lecho, exhaustas tras las risas.
—¿Sabes Isa? Estoy harta del corsé. Ni siquiera puedo reír a gusto.
—Yo también estoy harta. Me lo quitaré.
—¡Ojalá yo fuera tú! —La reina se levantó, atusándose la falda para recuperar su porte regio.—Me lo quitaría también. Pero me debo a mi reino: he de ser ejemplar.
—Ardua tarea.
—Y que lo digas.
Mientras las dos mujeres se preparaban para la recepción, en otra estancia del castillo el infante don Alonso canturreaba una triste canción, deseando que la feria de las futuras esposas pasara cuanto antes. No quería asistir, no quería una esposa y tampoco quería reinar. Sin embargo la ausencia de su hermano mayor y la falta de noticias desde que partió al frente hacían presagiar que ese sería su futuro. Desde luego su madre, la Reina Mercedes, lo tenía claro. Y por ello estaba preparándolo todo para que el futuro del reino de Polendis quedase garantizado. Además debía darse prisa, sentía que el guardián de la montaña podría despertar en cualquier momento. Era su deber como regente mantener el orden y garantizar la sucesión.
Lo segundo creía haberlo solucionado hacía años, cuando dio a luz a sus dos hermosos hijos, tras dos embarazos sin contratiempos. Pero parecía que la cosa se había torcido. Con la muerte de su esposo el rey, su hijo mayor, Gonzalo, ocuparía el trono. Tenía garantizado un provechoso matrimonio con la princesa Sidi, del reino vecino. Pero unas estúpidas rencillas acabaron en una guerra que había dado al traste con el matrimonio y probablemente con la sucesión.
Por suerte aún le quedaba Alonso. Debía casarlo cuanto antes y para no cometer el mismo error que con Gonzalo había decidido permitirle elegir esposa entre un buen montón de candidatas cuidadosamente elegidas. Alonso siempre había sido un muchacho retraído y nunca había mostrado interés por las jóvenes de su edad, por lo que Mercedes estaba seriamente preocupada. Y la actitud de su hijo era cada vez más cerrada, lo que desazonaba del todo a la reina.
Sin embargo estaba convencida de que en la preciosa recepción que había organizado, invitando a lo más granado de todas las monarquías cercanas y también a potentados nobles de las comarcas más ricas que tenían hijas casaderas, Alonso terminaría por prendarse de alguna de las muchachas y el problema se resolvería. También estaban invitadas todas las jóvenes del reino que tuvieran alta cuna aunque estuvieran en la pobreza. Lo más complicado había sido seleccionar a las chicas. Para ello llevaba semanas aplicando su infalible método de enviar a sus doncellas más jóvenes a pasar unos días con las aspirantes. El sistema era sencillo: mientras convivían con las chicas en sus propias casas, debían colocar un guisante debajo de sus colchones, y asegurarse de que no eran capaces de dormir con semejante menudencia entorpeciendo su sueño. Solo así podría estar segura de que todas las invitadas a la recepción tenían sangre azul. Por suerte casi la mitad de las candidatas habían asegurado que no pudieron pegar ojo, por lo que la noche se presentaba realmente concurrida. Mercedes estaba esperanzada.
La reina necesitaba pasarle el relevo de la corona a su descendencia para poder al fin disfrutar de su vida sin tener que medir cada palabra que decía y cada movimiento que hacía. Estaba segura de que ella se merecía poder disfrutar de la vida como cualquier otra persona, pero su sentido del deber podía más que su albedrío y por eso no haría nada sin dejar antes el reino en buenas manos. Y aunque Alonso no fuera un dechado de cualidades sociales, no tenía duda de que estaba sobradamente preparado para gobernar y llevar la paz y la prosperidad a sus súbditos. En realidad en ese sentido era mucho mejor opción que su hermano Gonzalo, tan agresivo e impulsivo. De cualquier modo, estaba segura de que su hijo podría mantener dormido al guardián. El volcán de la Isla no arrasaría con todo si se cumplía la historia que estaba escrita en las estrellas.
Se abrieron las puertas del gran salón, que estaba repleto de jóvenes princesas vestidas con sus mejores galas, y el lacayo golpeó tres veces el suelo.
—Hace entrada su Majestad.
Un silencio expectante lo invadió todo. Todas las miradas se giraron hacia la puerta y Mercedes hizo su solemne entrada. Con la cabeza erguida y la espalda tan recta que ni siquiera parecía humana, caminó hasta el trono.
La música empezó a sonar cuando la monarca tomó asiento, mientras su doncella Isabel acomodaba su vestido alrededor del trono para que luciera impecable. El frus frus de vuelos llenó el ambiente, mientras las jóvenes comentaban como sería el príncipe heredero. No tuvieron que esperar mucho, puesto que a los pocos minutos tres golpes de bastón del lacayo anunciaron su entrada.
El silencio volvió a hacerse mientras las miradas curiosas de las jóvenes buscaban a su pretendido. Alonso entró en el salón, de forma mucho menos solemne que su madre, pero luciendo un porte apuesto y cautivador. Aunque más de una princesa pudo ver que la mirada del joven estaba muy lejos de aquel baile. Alonso seguía cantando para sí la misma canción: “Cuando el día amanece triste y gris, burlándose de mi… silencioso en un tren sin dirección, así me siento yo…”
Caminó hasta el trono, a rendir una reverencia a la reina, y a continuación ocupó su lugar en sillón contiguo.
—Hijo, creo que podrás encontrar alguna chica de tu agrado entre todas estas princesas.—Le susurró su madre mientras la música volvía a sonar.
Alonso estaba seguro de que no sería así, pero no podía decírselo a nadie, y menos a la reina. Nunca lo entendería.
Sonó una canción, y después otra y otra más, y Alonso no se levantaba para bailar con las damas, ante la impaciencia de su madre, que le instaba a hacerlo. Alonso estaba esperando su momento. Ya faltaba poco.
De repente la tierra tembló bajo sus pies, haciendo que varios de los músicos, así como algunas de las jóvenes cayeran al suelo. Alonso alargó su mano buscando la seguridad de la de su madre. Sin embargo la reina estaba perdiendo la paciencia, y el temblor no había logrado siquiera cambiarle el rictus severo que a cada minuto era más acentuado. El joven la miró sin atreverse a decir nada. Esperaba encontrar cuanto menos sobresalto en la cara de su madre, pero ella clavó sus ojos en su hijo mientras nadie en el salón les prestaba atención, pues estaban ocupados en levantarse del suelo, preguntarse si estaban bien y recomponerse.
—Tu indiferencia lo ha despertado Alonso.
—¿A quién?
—Al guardián.
—¿A qué guardián, madre?
—A Murcus, el guardián del volcán que preside la isla.
Alonso no podía creer las palabras de su madre. ¿De verdad ella creía en la vieja leyenda de que había un enorme Dragón viviendo bajo la montaña y alimentando el fuego del volcán? ¿Un dragón llamado Murcus que podía leer en los corazones de los habitantes del castillo y que velaba porque sucediera la historia tal y como estaba escrita en las estrellas? No podía ser.
—Madre, no me digas…
—Calla insensato. Lo has despertado, y solo los dioses saben lo que puede ocurrir ahora. Será mejor que elijas a una de las princesas, con un poco de suerte aún no es demasiado tarde para complacerle y dejar que la historia siga su curso.
—¿En serio, madre?—Dijo, paseando su mirada de su madre hasta Isabel y vuelta a su madre, quien pareció turbarse momentáneamente.
Alonso no cabía en sí del asombro. No podía creer que su madre, su sensata madre, su serena e inteligente madre, capaz de gobernar un reino con mano firme y guardar un enorme secreto, estuviera a merced de semejantes supersticiones. Se levantó del sillón, momento en el que de nuevo las miradas se volvieron a clavar en su persona. La expectación era máxima.
—Oídme todas. Ninguna de vosotras será mi esposa.
La tierra volvió a temblar, mientras de fondo empezaba a escucharse una especie de rugido. Las jóvenes empezaron a murmurar con desaprobación y sorpresa, mientras miraban interrogantes a la reina madre. Pero Mercedes estaba atenazada por el miedo, rígida en su trono mientras esperaba a que se desatara el desastre.
—Ninguna de vosotras será mi esposa, aunque estoy seguro de que todas podríais desempeñar ese papel a la perfección.
Esa frase pareció tranquilizar a las chicas. Al menos si no encontraba esposa entre todas ellas, no sería su culpa.
—Mi madre os ha convocado a todas para asegurarse de la continuidad de la corona más allá de su reinado. Sin embargo quiero tranquilizaros: la paz en el reino está en camino y no será necesario que ninguna de vosotras sacrifique sus sueños por casar conmigo. Sé que mi hermano es vuestro favorito…
El rugido cada vez era más nítido. Las serenas palabras de Alonso habían conseguido tranquilizar a las jóvenes, sin embargo el miedo a que el dragón despertara a la montaña crecía por momentos. La tierra volvió a temblar. Alonso levantó la voz.
—Tranquilas. Tranquila, madre. Murcus está de camino —ojos espantados y chillidos ahogados llenaron la sala— pero contrariamente a lo que todos creéis, él traerá la paz y la prosperidad.
Una sombra oscureció la escasa luz que le quedaba a la tarde. Todos los ojos se volvieron a las cristaleras. Las jóvenes se abrazaban unas otras dominadas por el miedo, mientras Alonso levantaba sus manos intentando tranquilizarlas. La silueta gigante de la bestia se recortó al otro lado de las vidrieras coloreadas del salón del trono. La reina permanecía rígida y pálida. Alonso le hizo una seña a Isabel para que se acercara a ella y tomara su mano para tranquilizarla. Él tenía que ocuparse de que las doncellas no se asustasen del dragón. Su porte, su mirada y sus palabras habían calado en el nutrido grupo y todas ellas permanecían expectantes, confiando en el príncipe que tan seguro las había hablado.
Por desgracia la discreción no era el punto fuerte de Murcus, que entró en el salón haciendo añicos las cristaleras. Caminó unos pocos pasos, los que su envergadura le permitieron, y dejó caer un fardo que traía en su lomo.
Mercedes se desmayó. No podía ser. Mientras Isabel se ocupaba de la reina, Alonso se acercó al fardo. El silencio volvía a ser tenso, solo se oía la ronca respiración de Murcus. El bulto que había rodado por el suelo pareció moverse. Alonso se agachó a su lado.
—Gonzalo, levántate. Madre te ha preparado un fiesta de mujeres para que encuentres esposa y reines, como siempre quisiste hacer.
El príncipe se levantó, aturdido, sujetándose a las manos de su hermano, que le llevó hasta el sillón junto al trono, donde su madre había vuelto en sí, pero respiraba fatigada.
Alonso montó en el lomo de la bestia, y ambos se alejaron mientras el aire traía los ecos de la canción que el joven seguía cantando: “el silencio de la noche, me dice una vez más, que en algún lugar te tengo que encontrar.”
Buenas tardes
ResponderEliminarAcabo de leer tu relato y me ha parecido bastante bueno. Muy original la manera en la que introduces el volcán y como se mezcla realidad y leyenda. Al principio, todo parecía una cosa y luego aparece otra cosa y... Me gustan este tipo de sorpresas.
Luego, al principio pensé que era un relato histórico, pero luego se ve que no.
He leído entre líneas y sí que sé donde están los personajes LGTBI. Una pregunta, ¿la palabra que pongo aquí en mayúsculas es consciente o es una errata?:
—Ninguna de vosotras será mi esposa, aunque estoy SEGURA de que todas podríais desempeñar ese papel a la perfección.
Luego, he visto un error muy sutil en la puntuación de los diálogos, uno que a mí me costó mucho eliminar y que, creo recordar, Word marca incorrectamente. En la frase:
—¿En serio, madre?—Dijo, paseando
Aunque parezca ilógico, "Dijo" va en minúsculas al ser verbo de habla. Que hay que tener cuidado porque si usas Word con autocorrección, si lo pones en minúscula te puede cambiar el solo.
Enhorabuena por el relato y el giratiempo.
Juan.
Buenas noches Juan.
EliminarMe alegro mucho de que hayas sacado un rato para leer mi relato, se que el tiempo está muy cotizado.
Me anima saber que, además, te ha gustado. La verdad es que este año el Origireto me está resultando más complejo que el año pasado y construir relatos con tantos requisitos es verdaderamente un desafío, así que agradezco mucho tus palabras y tu apoyo.
Se que eres un lector minucioso y sabía que no te pasarian desapercibidos los matices, sabía que tú en concreto encontrarías sin error a los personajes en su esencia. Lo que me preocupaba era ser demasiado evidente, no quería soltar toda la información de forma indiscriminada porque creo que el contexto habría hecho que el relato fuera un churro si lo hacía así.
Gracias por señalarme la errata, en efecto ese segura debía ser un seguro. Y gracias por advertirme con el dije, también es un error y si, utilizo word para escribir y corregir así que tendré que aplicarme más para que no se me vuelva a colar uno de estos.
Muchas gracias por tus felicitaciones.
Un abrazo y nos leemos.
Aunque últimamente no he podido comentar he seguido leyendo tus fantásticos relatos. Me gustan los giros que da la historia durante el desarrollo, y como introduces los objetivos. Yo en la canción que canta Alonso no hubiera dicho un tren, sino un carro o carreta, a no ser que en Polendis ya hubiera trenes en la edad medieval��. Me sigue gustando mucho que introduzcas temas de calado social en tus historias.
ResponderEliminarHola!
EliminarSe qué por problemas técnicos no puedes dejarme comentarios pero agradezco que me hagas llegar tu opinión por otros medios de todos modos. Me alegra mucho que sigas leyéndome, te lo aseguro y valoro el esfuerzo que supone dejar un comentario cuando la tecnología está en tu contra. Muchas gracias.
En cuanto a la canción y la mención del tren, se que es anacrónico, pero así era el tema de Sangre Azul, El silencio de la noche y no me parecía bien modificarla. Sé que no nos gusta la misma música, pero dale una oída si tienes ocasión, es un tema muy bello.
Un abrazo.
Hola Yarcko:
ResponderEliminarQué historia tan bonita, me encanta todo el rollo así medieval. Tantas normas absurdas impuestas y la gente sobreviviendo a pesar de ellas. Te metes en la historia enseguida y cuando me he querido dar cuenta ya había terminado xD. Seguro que si hubiera más límite de palabras habrías alargado el final, porque me parece perfecto, creía que el dragón pegaría fuego al castillo jaja
La fiesta de recepción con las posibles princesas me ha gustado mucho, espero que al final una de ellas saliera casada.
Muy chula la historia, con un final esperanzador que es lo que quiero leer ahora :)
Un saludo y nos leemos!
Hola Gema!
EliminarTe agradezco mucho que pases a leer y dejar un comentario. Me hace mucha ilusión que me digas que te ha gustado. A mi también me gusta el rollo medieval y toda la estructura social y política que se traían, mezclando mitología, religión y hambre, básicamente. Te has dado cuenta, este relato se ha llevado un buen tijeretazo por causa del límite de palabras, pero quizá mas adelante le de una oportunidad de crecer, creo que lo merece.
En cuanto al fina, se que es esperanzador, pero ya sabes tú que soy amante de los finales terribles, así que este se me ha escapado de mi estilo. No ha sido fácil darle la vuelta al que era más lógico, pero me alegro de que haya encajado con lo que necesitas leer en este momento. A veces lo más importante de un relato o un libro es que llegue en el momento oportuno.
Un abrazo y nos leemos!
M encanta este relato fantástico. M he metido tanto en la historia q hasta he visualizado las escenas. No m extrañaría nada q l hubieras dado ideas a Hollywood. Enhorabuena
ResponderEliminarHola!
EliminarBienvenida al blog. Me alegra que hayas encontrado un momento para leer este relato. La historia fantástica siempre me cuesta un poco escribirla pero estoy contenta con este relato, que como apuntas, quizá deba tener una segunda parte. Todo se andará.
Muchas gracias por pasarte y comentar, aunque Hollywood pilla muy lejos jejeje
Me tiene que gustar por narices una historia en un lugar que se llama Polendis y en el que sale un dragón, jeje. ¿Casualidad? ;-) No podía faltar la balada rockera, muy propio lo de la Sangre Azul. Es un relato medieval bastante bien ambientado y me ha gustado bastante, aunque he echado en falta que al marcharse el joven Alonso con el dragón hubiera dado un discurso un poco más contundente sobre sus preferencias y lo que opinaba sobre sus obligaciones. Está bien insinuar, pero con respecto a la parte LGTBI me hubiera gustado que se hubiera mostrado de forma más clara, aunque fuera entre bambalinas.
ResponderEliminarHola Kalen,
Eliminarcaíste en mi trampa jajaja, sabía que te gustaría el reino y su guardían.
En cuanto al discurso final la verdad es que la culpa la tiene el reto, puesto que ya tuve que recortar un porrón de palabras para no pasarme del límite, y al final pasan estas cosas. Pero este relato es de los que se queda así de momento y espero volver sobre él para darle todo el espacio que se merece.Muchas gracias por tus apreciaciones.
Un abrazo
Buenas,
ResponderEliminarMuy buen relato, he logrado disfrutar de su lectura. Aunque no me queda claro que Murcus haya traído la paz sin despertar la actividad del volcán. Igual debería darle una segunda leída para entenderlo mejor.
Nos leemos pronto :D
Hola Érica,
Eliminarme alegra que hayas podido dedicar un rato a leerme. Muchas gracias por valorar positivamente la historia y si, puede que no quede muy claro todo el meollo, pero es que la limitación de palabras me ha jugado una mala pasada esta vez, creo que no he recortado por donde debía. O puede que realmente haya recortado demasiado.
Intentaré hacerlo mejor.
Nos leemos!
Me ha gustado mucho tu relato.
ResponderEliminarMe ha pasado como a Juan, yo también creía que era histórico, y me he llevado una buena sorpresa.
Me gusta la trama y el desenlace.
Segundo relato tuyo este mes con un personaje llamado Isabel,jeje...
Saludos y nos vamos leyendo.
Hola!
EliminarDisculpa por la tardanza en responder, el tiempo es finito,¿qué te voy a contar? Me alegra que hayas disfrutado del relato. Respecto a lo de que iba a ser un relato histórico, la verdad es que yo también pensaba al principio que lo sería, pero la brújula terminó apuntando en otra dirección. En cuanto al nombre de la reina tiene que ver con la intención primera de que fuera histórico. No soy capaz de resistirme a la grandeza de la casa de Trastámara.
Un abrazo y nos seguimos leyendo.