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miércoles, 30 de diciembre de 2020

SOBERBIA

 Antes de leer este relato te sugiero que leas La Emperatriz, ya que es una continuación de aquella historia.

SOBERBIA

         El caos se desató en el imperio. La ira de la emperatriz no conoció límite alguno después de aquello: que su espejo mágico hubiera decidido suicidarse antes que tener que volver a reflejar la mueca de la horrible mujer fue más de lo que pudo soportar. Cuando el cristal azogado estalló en mil pedazos, el grito que profirió Exmara hizo temblar hasta los cimientos de palacio. Todas las personas que allí se encontraban huyeron despavoridas al reconocer el grito de su señora, mucho más desgarrador y desesperado que otras veces. Muchísimo más aterrador. Un grito que no presagiaba nada bueno.



         Sus asesores huyeron del palacio dejando a la poderosa mujer sola con su odio y su frustración. Todos los peluqueros y maquilladores hicieron lo mismo, al igual  que las lavanderas y planchadoras y también todas las costureras. Los pasos de la enfurecida emperatriz de la moda retumbaban en el vacío que la falta de personas había dejado a su alrededor en el imponente edificio. Incluso el emperador y su séquito habían decidido abandonar atropelladamente el palacio con tal de no cruzarse con semejante montaña de ira.

         Cada vez quedaban menos días para que se celebrara la Conferencia Internacional del Agua y Yokarlo tenía mucho trabajo y mucho que estudiar. Quería que cuando saliera el sol ese día, el reino de Fashionshow quedara en el mejor lugar posible con sus propuestas en la gran cita, y las injerencias de Exmara examinando su posible atuendo para ese día le causaban una profunda irritación, amén de una absoluta desesperación, así que  antes de irse de palacio le pidió a un lacayo que cogiera un traje cualquiera que estuviera limpio para llevarlo con él. No necesitaba más. La Conferencia pondría de manifiesto los sacrificios que cada reino estaría dispuesto a hacer para proteger acuíferos y desaladoras y el comité científico del emperador había desarrollado un proyecto magistral de depuración de aguas residuales que podría aportar grandes beneficios en salud humana y animal al resto del planeta. La cuestión era extremadamente seria y no podía dejar que la frivolidad y el mal humor de su esposa distrajesen ni por un instante a ningún miembro de su equipo de trabajo.

         Sin embargo Yokarlo también estaba muerto de miedo. No era capaz ni de imaginar cual sería la venganza de Exmara ante semejante desplante. Dejarla sola en el enorme palacio, sin nadie sobre quien descargar su enfado y sus frustraciones podía resultar en un tremendo desastre. Y además tampoco contaría con ninguna ayuda para vestirse o peinarse. ¡Hasta los cocineros habían huido! Realmente tener miedo ante lo que se pudiera desatar en el podrido corazón de aquella mujer era la reacción más lógica.

         Yokarlo lo asumía, y estaba dispuesto a tomar las riendas de una vez por todas. Se había dado cuenta de que no podía dejar el imperio en manos de semejante arpía. Estaba dispuesto a sacrificar su persona, pero no podía sacrificar las vidas de todos sus súbditos, así que junto con su equipo de expertos y científicos empezó a idear un plan para sacar a Exmara de palacio y poder así gobernar el imperio con la cordura que tanta falta hacía. Sin embargo los habitantes de Fashionshow estaban tristes y aterrados, ya que el emperador se hallaba oculto para poder urdir todo el plan. Se sentían indefensos ante la irracional emperatriz.        

         Al cabo de un par de días todo estaba listo para derrocar a la mujer y hacerse cargo del trono. Debía ser así, para que la Conferencia Internacional del Agua se pudiera desarrollar sin contratiempos. Yokarlo había dispuesto un primer equipo de exploradores que se ocuparían de llevar presentes a palacio con el objetivo de aplacar los ánimos de la emperatriz. Con ellos iría un segundo equipo con peluqueras, costureras y asistentes que el emperador había reclutado en secreto entre los paisanos. Cuando Exmara estuviera lista para la falsa presentación de la Conferencia, un cochero la llevaría al pabellón del agua, y ahí era cuando el plan debía ser preciso, para que aquella limusina atravesara la frontera sur en lugar de ir al pabellón. Al otro lado de esa frontera estaba el Monte del Olvido. Si lograba dejar a su esposa cerca de allí, su memoria empezaría a borrarse y quizá volviera a ser la muchacha alegre con la que se casó. O quizá olvidase hasta su propio nombre… en cualquier caso no perdía nada. Todo estaba listo. Solo faltaba ponerlo en práctica.

         El equipo de exploradores llegó a palacio y se encontró con un silencio sepulcral. Se decía en las calles que la emperatriz se había encerrado en su cámara y que lo único que hacía era llorar y lamentarse, una vez agotadas sus fuerzas tras desatar todo su mal genio. Llegaron a la puerta de sus aposentos y depositaron allí exquisitos manares y una buena cantidad de joyas que Yokarlo había reunido entre sus amistades reales de otros reinos.



         El chofer esperaba en la puerta de palacio con una magnífica limusina mientras el equipo de belleza intentaba convencer a la emperatriz de que debía acicalarse para el ensayo de la inauguración de la conferencia.

                   —Majestad, no puede fallar en semejante ocasión. Toda la prensa cardiovascular estará presente ese día y su persona debe ser la que más destaque. No nos cabe duda de que podemos ayudarla a lucir como nunca, si usted quiere, por supuesto.

         El osado maquillador estaba convenciendo a la mujer, porque conocía a fondo los límites de su vanidad, tras años (sufriendo) a su servicio. Finalmente Exmara cedió y les dejó pasar a todos. Se esmeraron como nunca en su labor de embellecer a la emperatriz y el resultado fue sobresaliente. A falta de su espejo mágico, ella se miró en el espejo grande de su vestidor privado, quedando bastante satisfecha con el resultado. La ira, la fuerza y la frustración habían dejado paso a una mujer derrotada que intentaba estar a la altura de sí misma, pero cuyo ánimo solo la llevaba a lo más profundo de su soledad.

         Llegaron a la limusina y todos se deshicieron en alabanzas hacia la belleza que acompañaba a la emperatriz, no había otra como ella en toda la Tierra. Recuperando su porte regio montó en el vehículo y fijó su mirada al frente con desaire. El trayecto hasta el pabellón no era largo, pero el chofer parecía estar dando un ligero rodeo. Por motivos de seguridad, le dijo a ella. Salieron de la ciudad y ante la estupefacción de Exmara, cuyo carácter violento estaba volviendo a ocupar su lugar, la limusina se detuvo en un margen del camino. El chofer, embozado, bajó del vehículo y abrió la puerta trasera.

                   —Majestad, le vendrá bien tomar un poco de aire antes de ir al pabellón.    

                   —¡No necesito tomar aire!¡Necesito llegar ya, inútil! ¡Mi vestido se está arrugando!

                   —Tu soberbia acabará contigo.

                   —¿Quién osa hablarme así? ¡Cochero! ¡Quiero ver tu cara!

         Cuando el cochero descubrió su rostro, una rugiente carcajada salió de los labios pintados de la emperatriz, levantando ecos imposibles.

                   —Yokarlo… Debí imaginarlo. Nadie en su sano juicio se me opondría.

         Dijo la mujer mientras se atusaba el peinado y parpadeaba coqueta, destilando maldad por cada poro. Entonces el emperador se acercó y la sujetó por la cintura, acercando sus labios los de ella.

                   —Mírame a los ojos —Le pidió mientras forcejeaba para mantener el abrazo.—Necesito saber si aún existe la mujer de la que me enamoré.

         Exmara profirió otra sonora carcajada-

                   —Eres un iluso Yokarlo—dijo ella cesando el forcejeo, bajando la voz y mirando a su esposo tan de cerca como hacía años que no hacía. Entonces sintió como una gota escurría desde detrás de su oreja, justo donde el hombre había puesto su mano intentando acercar sus ojos.

         No sintió dolor, solo paz. Sintió como su vida se escurría entre los brazos de su apocado esposo, que la sostenía mientras ella se desvanecía.

                   —Mi vestido …

         Esas fueron sus últimas palabras, mientras su sangre azul teñía de rojo su mortaja.

Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí

OBJETIVO PERSONAL:
 El objetivo personal que me propuse a principios de año era el de escribir seis relatos extra, enlazando relatos del origireto2019 y escondiendo en cada uno 2 objetos del origireto2020

Este relato es el tercero de los seis (y seguramente el último de ellos).
Está enlazado con La emperatriz, relato de febrero del Origireto2019.
He seleccionado este relato porque tanta maldad no podía quedarse así

Objetos ocultos:5: el sol y 21: sangre azul

Además: milpalabrista (1330 palabras), 

Gracias por leer hasta aquí.

Déjame tu comentario para saber si este relato te ha gustado o no. Prometo contestar.

foto 1: palacio de verano de San Petersburgo.
foto 2: de la página "las mejores limusinas".
foto 3: francamente no me acuerdo, la saqué de internet y me encanta.



viernes, 31 de julio de 2020

PECADO

        PECADO          

                    —Amén.

                   —Amén.

         Recitamos todos al unísono. Para mí solo eran palabras huecas, pero mi hermana estaba segura de que iría al infierno si no cumplía con todos los preceptos de la Santa Madre Iglesia. Siempre tan preciosa, con su larguísima melena recogida en una recatada trenza que se enroscaba formando un moño monumental y sin embargo, siempre asustada de la vida.

         Cuando la conocí era una preciosa niña de siete años, con vestido de callos, calcetines y dos coletas rubias con enormes lazos. Tenía la dulce mirada de la inocencia y una piel blanca como la leche. Su madre la traía de la mano cuando llegó a la estación a recogerme. Por aquel entonces yo tenía el aspecto de un mozalbete de doce años, alto, flaco, desgarbado y con unos pantalones demasiado cortos para mi estatura. Gothel me miró de arriba abajo apretando los labios mientras sujetaba con fuerza la mano de Raquel, que la miraba con miedo a quejarse, seguramente temiendo una reprimenda si abría la boca.

                   —Vamos.

         Esa fue la única palabra que dijo aquella mujer a la que nunca conseguí llamar mamá. Estuvimos caminado durante más de media hora hasta llegar a un pequeño piso del centro de Madrid. Gothel abrió y volvió a hablar.

                   —Límpiate bien los pies en el felpudo antes de entrar.

         La mirada que me dedicó era fría como el hielo. Miré a mi nueva hermana buscando algo de complicidad, pero ella ya había pasado y se había metido en una de las habitaciones. Gothel me mostró donde estaban el baño y al cocina. Después abrió la puerta de un diminuto cuarto que por todo mobiliario tenía un jergón, un pequeño armario y un reclinatorio. Nunca había visto uno de esos en una casa.


                   —Cenamos a las ocho y media. Aséate antes de ir a la mesa. Puedes deshacer tu…—miró con desprecio mi pequeña mochila—equipaje, y descansar un poco del viaje. Aprovecha para agradecerle a Dios haberte permitido realizarlo sin contratiempos.

         Así de fría y distante se mostraba siempre aquella bruja conmigo. Se dirigía a mi siempre por mi nombre: Alex. A la pequeña la llamaba “cariño”, masticando la palabra, que de sus labios sonaba como una maldición.

         Las normas en aquella casa eran de una rigidez castrense: se bendecía la mesa antes de cada comida,  se acudía a misa todos los domingos y fiestas de guardar y se miraba que toda la ropa cubría convenientemente todo lo que debía cubrir, incluso durante los asfixiantes veranos de Madrid. La religiosidad lo impregnaba todo en aquellas habitaciones presididas por crucifijos y cuadros de la Virgen María.

                   —No cariño, no irás a ninguna fiesta.

                   —Pero cumplo catorce años y nunca he ido a ninguna. Mis amigas me han organizado una fiesta de cumpleaños.

                   —Esas fiestas son nidos donde el pecado y la lascivia se incuban y crecen. No irás. Es mi última palabra.

         Raquel, que había vivido toda su infancia bajo los férreos preceptos de su madre entornó los ojos mientras avanzaba por el pasillo camino de su cuarto. Con el tiempo mi relación con ella no era “de hermanos”, pero habíamos alcanzado cierto grado de complicidad, así que esperé a que Gothel se sentara de nuevo en su butaca para rezar el rosario y me acerqué al cuarto de la niña.

                   —Soy Alex, ábreme la puerta, por favor.

                   —Vete. Si mamá te pilla en mi cuarto nos matará a los dos.

                   —Solo me iré si me garantizas que vas a estar bien.

                   —Rezaré un rosario para calmar mi soberbia. He cometido un pecado desafiando a mi madre, a quien debería honrar.

                   —Si te hace sentir mejor te acompañaré mañana a la iglesia para que puedas confesarte.

         No sabía que otra cosa podía hacer, porque acompañar a Raquel a la iglesia era de las pocas cosas que podíamos hacer juntos sin que Gothel estuviera presente. A pesar de que yo ya había cumplido 19 años, las normas no se habían relajado ni un poco. En algunos aspectos se habían recrudecido. Yo recordaba con nostalgia los años vividos con mi padre: con él la vida era más lógica y yo podía entenderla sin tener que leer la biblia en busca de respuestas. Lo extrañaba mucho, y estaba dispuesto a volver a buscarlo en cuanto lograra poner a Raquel a salvo de Gothel, que vigilaba cada minuto de su vida.

         Por desgracia para nosotros, Gothel había sido la que había determinado que Raquel debía acudir a la iglesia al día siguiente para pedir perdón por sus pecados, así que allí estábamos los tres, rezando a un dios en el que yo nunca había creído. Mi fingida devoción satisfacía a la bruja mientras ignoraba mis verdaderos sentimientos. Si llegaba a saber que yo en realidad nunca había creído en su Dios seguramente me habría echado de casa, pero mi engaño llevaba cinco años dando resultados. Necesitaba mantenerme al lado de Raquel, desde el primer día había visto el miedo en el fondo de su mirada y no podía resistirme a rescatarla de una vida que no merecía.

         En aquellos cinco años que habíamos compartido casa, Raquel y yo no habíamos tenido más de dos o tres ocasiones para poder jugar a solas o hacer algún puzle. Gothel era omnipresente y no quitaba el ojo de encima nunca a su pequeña princesa, aunque los mimos en aquella especie de hogar siempre habían brillado por su ausencia la vigilancia y al rigidez eran el pan nuestro de cada día.

         Me asfixiaba en aquel ambiente cargado de santos y rezos, como si tuviera una ballena sobre mi pecho impidiéndome respirar,  pero no podía dejar allí a aquella preciosa niñita que era cautiva de una educación retrógrada y sin sentido para mí. Me propuse salvarle y darle una oportunidad de vivir una vida sin semejantes ataduras. Pero ella no parecía sentirse encerrada… al menos hasta que su madre le prohibió la fiesta de cumpleaños con sus amigas. Raquel no sabía lo que era una fiesta de cumpleaños. La única celebración que habían tenido sus onomásticas hasta entonces se habían compuesto de soplar las velas sobre un bizcocho que su madre cocinaba y que siempre estaba excesivamente seco, como su corazón.

         Estaba acabando la misa cuando Raquel me miró de reojo. Capté su mirada y entendí que estaba buscando una ventana para poder respirar, así que le devolví una mirada de confianza para que supiera que podía contar conmigo pasara lo que pasara.

         Cuando el sacerdote ordenó que nos diésemos la paz, sujeté la mano de mi hermana un segundo de más, sin llamar la atención de Gothel. Quería darle la seguridad suficiente para poder emprender la huída hacia adelante. Yo tenía unos pequeños ahorros que había logrado juntar trabajando como mozo en un almacén. No era una gran cantidad puesto que casi todo el dinero se lo quedaba la bruja para los gastos de la casa, pero sería suficiente para comprar un par de billetes de tren y regresar a casa de mi padre. No sabía si lo encontraría allí, pero de lo que estaba seguro era de que encontraría el modo de vivir dignamente y lograr que Raquel tuviera una vida normal.

         Cuando salimos de la iglesia, Gothel se retrasó para hablar con don Braulio, el joven sacerdote, y agradecerle su sermón, como solía hacer. Raquel y yo esperábamos en la puerta a que saliera para regresar a casa.

         Me acerqué un poco más a mi hermana y le hablé en un susurro. Su madre tenía oídos en todas partes y esa vez era de vital importancia que no oyera lo que iba a decir.


                   —Raquel, nos vamos.

         Me miró desconcertada. Creo que no entendió mi propuesta.

                   —Solo tenemos unos pocos minutos. Ven conmigo y te librarás de esta cárcel en la que vives. Iremos a casa de mi padre y buscaremos un futuro en el que puedas celebrar tus cumpleaños con tus amigas.

         Raquel seguía mirándome con los ojos como platos. Sabía que la había cogido por sorpresa, pero en aquella casa nuestra comunicación era imposible así que era ahora o nunca. Agarré su mano y comencé a caminar, seguro que de ella me seguiría, pero nuestros brazos se estiraron cuando ella no se movió del sitio.

                   —Raquel, tenemos que irnos ahora. Ahora o nunca.

         Pero ella no se movió del sitio. Busqué una respuesta en sus ojos y me di cuenta de que su inocencia ya no estaba allí. No entendía nada.  Su mirada era intensa y estaba llena de miedo. Sin embargo algo me decía que estaba dispuesta a enfrentarse a ese miedo. Tiró de mí hacia el interior de la iglesia.

                   —No, Raquel. Vámonos. No puedo creer que quieras seguir viviendo en este infierno. Vámonos ahora.

                   —El infierno es para los pecadores.

         Me dejé arrastrar dentro del templo. Un rumor extraño ensuciaba el sagrado silencio. Caminamos sigilosamente hasta el altar, en cuyo lateral estaba la puerta de la sacristía. El sonido de unos gruñidos era cada vez más evidente. El miedo en los pasos de mi hermana, también. La puerta de la sacristía estaba entreabierta y por la ranura que quedaba podía verse parciamente el interior. No podía creer lo que estaba viendo.

                   —No puede ser ¿desde cuándo lo sabes?—Le pregunté a Raquel. Ella se arremangó las mangas del vestido para mostrarme sendas cicatrices en sus muñecas.

                   —No quiero ser como ella.

         Empujó la puerta, que se abrió con un chirrido y pude ver . Los ojos de Gothel brillaron desorbitados y llenos de ira mientras la sangre del sacerdote escurría de su boca. Ni todas las oraciones del mundo podrían librarla nunca de sus raíces paganas ni de ser lo que era.

Este relato está enmarcado en el reto de escritura #Origireto2020 organizado por Kat y Stiby. Podeis consultar las bases y apuntaros en sus blogs clickando aquí  o aquí

JULIO:
Objetivo 3: Escribe una historia basada en la religión
Cuentos y leyendas B: Rapunzell.
Criaturas del camino III: Wendigo.
Objetos ocultos: 4 una ballena y 7 una docena.
Además: milpalabrista (1606 palabras), doble dragón por relato de fantasía, rosa insolente por protagonista femenina y creo que no me dejo nada.

Gracias por leer hasta aquí.
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domingo, 1 de diciembre de 2019

VENGANZA

VENGANZA (microrrelato #Origireto 2019 Marzo)



Continuando con mi participación en el #Origireto2019 ,  aquí teneis el micro correspondiente a Marzo.  Se trata de una precuela del genial relato de Brayan  @Aqueloutrado titulado El Tigre, y que debeis leer urgentemente aqui: https://aqueloutradoblog.wordpress.com/2019/02/01/origireto2019-el-tigre/

 para mas datos sobre este fantástico reto creativo podeis visitar:
 y también

Os dejo el microrrelato.


VENGANZA

                   —¡Verás que cara se le queda! –Le dije a Raquel.
                   —Es que mira que regalarte semejante horror.
                   —Él piensa que me encanta, cree que tengo ocho años.
                   —Bueno, lo hemos encontrado un lugar mejor.
         Nos reíamos muy a gusto. Me gustaría ver la cara de mi padre cuando fuera al olivar y viese allí aquel regalo tan inútil que me había hecho. Cogería la indirecta (y seguramente un buen cabreo, pero me daba igual).
         Seguimos pedaleando las dos en dirección al pueblo cuando nos cruzamos con un coche de la policía.
                   —Esther ¿Crees que irán para allá por culpa nuestra?
                   —No lo creo Raquel.
         No lo creía, estaba segura. Había colocado el enorme y horrible tigre de peluche de modo que la sombra le hiciera parecer real. Mi padre se llevaría un buen susto antes de darse cuenta, haría un ridículo tan grande como el que me hizo pasar en mi último cumpleaños. Mi venganza estaba en marcha jejejeje

·  Este microrrelato está enmarcado en el Reto de escritura de #OrigiReto2019.


·  Objetivo 19: Básate en una noticia o hecho real para escribir un relato. Aquí teneis la noticia: https://www.lasprovincias.es/sociedad/vecino-murcia-confunde-20180803104124-nt.html
·  Objeto oculto nº35:Una bicicleta.

·  Caracteres: 906 caracteres
Además: feminista y supera el test de Bechdel .